Urdida la trama de poder para comenzar la legislatura, Sánchez se atrevió a sentarla al frente del Congreso, y así la señora Armengol es hoy la tercera autoridad del Estado. Nada menos ni tampoco más; por encima, el Rey y quien presida el Gobierno de la nación.
Doña Francina, o Francesca, Armengol, farmacéutica por tradición familiar, llevaba años en la política balear. Antes de hacerse con el mando total, presidiendo el Consejo Insular, la policía descubrió una red de drogas y prostitución formada por jóvenes bajo la tutela de Govern.
Tres años después, Armengol ya en el poder, fue denunciada la desaparición y posterior hallazgo ejerciendo de puta, de una menor también bajo tutela. La Comisión de la UE criticó la falta de medidas preventivas.
La que doña Francina tomó fue exigir a los profesionales de la salud el conocimiento y uso del catalán; “es nuestro compromiso con los derechos lingüísticos de las Islas Baleares”, dijo como si las tierras tuvieran derechos y, ya puestos, hablando de catalán como si Amengual no hubiera creado una gramática mallorquina ochenta y tantos años antes de la catalana de Pompeu Fabra.
Pero su mejor reflejo se produjo en pleno Estado de Alerta cuando la presidenta fue descubierta saliendo del Hat Bar pasada la una de la madrugada. “Da la impresión de que ha sucedido algo que nunca ha ocurrido” dijo. Algo único, homérico, sólo comparable a lo del marido que, sorprendido en la cama con otra, tranquiliza a la mujer: ¿pero a quién vas a creer, a mí o a tus propios ojos?
Pues ahí está la señora Armengol cortando sin tino el parlamento de quien osa poner en situación comprometida al mando. Comprando sistemas de traducción simultánea para convertir en anormal lo que en los pasillos sigue siendo tan normal como hablar en castellano. O lo que ya son palabras mayores, permitir la descalificación de la Justicia, insultos a sus titulares, anular las funciones de los letrados de la cámara, asegurarse un Letrado Mayor de confianza, suya naturalmente, etc.
Nada nuevo, simplemente siguiendo los pasos de su jefe en el TC, el CIS, la secretaría de Organización del PSOE, Correos, Paradores, RTVE y tantas otras organizaciones. Siempre, eso sí, potenciando la meritocracia…
Y además, ¡ay! la compra, pago, endoso a los fondos comunitarios y abandono en un almacén de las mascarillas fake que Koldo le vendió y que a nadie reclamó. Con las elecciones ya perdidas quiso hacer como que algo había hecho, y endosó la tonelada de basura a la presidenta siguiente.
¿Es que con este tipo de personajes puede nuestra sociedad aspirar a algo más que a celebrar el triunfo de la selección de fútbol femenino? Por cierto, bienvenidas sean.
El día que haya de justificar su participación en el cambalache de las comisiones sanchistas, doña Francina es capaz de repetir aquello de que no hay de qué preocuparse, parece que pasó algo que nunca ocurrió. Esa es la almendra del sanchismo, el extracto de sus modos; ella es su epítome.
Si la omertá sigue firme, en el grupo mixto Ábalos se duerme en brazos de las de Podemos, Cerdán trae por las orejas al de Waterloo, Illa no se derrumba aplastado por Junqueras y Armengol no se salpica en los charcos de su pareja, seguiremos todos en manos de esta tropa de la que ya nos precavió Romanones.
En fin, también es cierto que no hay nublado que un año dure…