La vicepresidenta que atiende por Díaz, Yoli, ha reabierto su fábrica de parados. Vestida con sus mejores galas, y tiene muchas, se sube al púlpito de la Moncloa para anunciar a su parroquia más pasta para los parados. Es decir, para que cada vez sea más fácil quedarse en casa, el banco de la plazuela o en el bar que presentarse a cubrir una de las ciento cincuenta mil plazas vacantes requeridas por los agentes empleadores. De ellos ciento cuarenta en el sector primario, desde que el pasado año esta lumbrera eliminó los contratos por obra y servicio en el campo. ¡Y es gallega!
Entre lo que anunció y lo que ha salido ha mediado una catarata de notas y contranotas de ella y la vicepresidenta Calviño, discusión que venía al pelo para tapar las vergüenzas del doctor Sánchez, enfangado con bilduetarras, el prófugo de Gerona y demás preceptores del Gobierno del Reino.
Es como una revisión del pan y circo que Juvenal denunció hace unos veintiún siglos, el truco para mantener en babia a los romanos, alejarlos de toda tentación de meterse en política. “Haga usted como yo, no se meta en política”, aconsejó Franco al director del diario del Movimiento que se quejaba de las presiones que recibía desde las propias filas del Caudillo.
Hay quienes dicen que algo así le dijo al general De Gaulle en junio del 70, después de haber éste perdido el referéndum que puso fin a la presidencia de su V República. Y hablando del referéndum pudo haberle dicho “Pero General, yo siempre digo a mis colaboradores que no se metan en política”; el francés quedó viendo visiones. Antes del almuerzo, acompañados por el ministro de Exteriores López Bravo, conversaron a solas con un diplomático español como intérprete. Se trataba de Máximo Cajal, al cabo de los años encargado por Zapatero de explicar a la OTAN aquella ocurrencia de la alianza de las civilizaciones que hoy deben de estar bendiciendo israelíes, iraníes y palestinos.
Meterse en política se hace cada vez más duro vistos los protagonistas que cultivaron antaño tan noble arte. Hoy no hay por dónde pasar sin sufrir la lluvia de inútiles que cubre la actividad pública. Ministros, secretarios de Estado, directores generales, embajadores, presidentes de empresas públicas, etc. puestos ahí por el supremo argumento de la real gana del mando. Si lo de Díaz es una fábrica de parados lo de Sánchez lo es de corrupción.
Y en las filas de enfrente acaban saliendo especímenes de similares maneras, caso del senador popular, extremeño él, que ayer se metió en la charca del lawfare promovida por los golpistas recordando el caso Prada. Hay que joderse. ¿Qué hubiera hecho su partido si en menos de 24 horas el interfecto no hubiera pedido perdón?
El problema no es tanto de psicópatas al mando como de la perversión de la democracia representativa sofocada por la llamada democracia directa. ¿Qué intereses y principios comunes asisten a la actual mayoría parlamentaria española?
Explíquenlos, por favor, antes de revestirse con los votos de los españoles.