Así, de manera tan fina y formal, ha calificado la marioneta de Sánchez el pacto de Estado propuesto por el candidato Feijóo. Esto no tiene remedio. Además del no es no con que el presidente en funciones se adorna cuando la responsabilidad llama a su puerta, ayer dictó a su portavoz Alegría la nueva consigna: Feijóo sólo trata de salvar su pellejo.
Sin embargo, el pacto ofrecido por el aspirante popular en los trámites para formar un nuevo Gobierno es lo más serio, preciso y sólido que ha salido de la política española en los últimos años. El restablecimiento de la normalidad constitucional pasa por un gran acuerdo entre los principales partidos nacionales, que son tres y medio; eso que en otros lares propicia una gran coalición.
Pero con la tropa sanchista parece misión imposible. Como el inefable Trump, al fin sometido a la cámara registro de una cárcel norteamericana, Sánchez sigue empeñado en dar vuelta a los resultados de los últimos comicios. De momento no asaltará el Congreso, pero la pérdida de un diputado por Madrid le tiene de los nervios, hasta el punto de ordenar a sus edecanes que remitan al Constitucional la última sentencia, y nada menos que del Supremo, sobre el caso. A ver, que lo vea Conde-Pumpido antes de meterse a limpiar las alfombras para dar paso como se merece a la amnistía y demás gabelas para comprar votos.
Otra consigna emanada de Ferraz 70, templo del que fuera partido socialista, no hay gobiernos Frankenstein, que España es Frankenstein, deja bien claro qué puede salir de semejante prejuicio sobre la Nación.
Lo de Penélope y su tapiz, tejido de día y deshecho por la noche, le servía a la mujer de Ulises para ganar tiempo, y nada más. A Sánchez le basta y sobra poco más de media hora para deshilvanar España. Es el tiempo que dedicó a quien ganó las elecciones y se enfrenta ahora a su investidura para gobernar.
¿Tan difícil puede resultar poner de acuerdo en unos puntos que garanticen la igualdad de todos los españoles ante la Ley?
No tiene pase el negarse a concordar voluntades y desarrollar un Pacto de Regeneración Democrática, para preservar la división de poderes y la independencia de los organismos de control contemplados en nuestro ordenamiento, comenzando por el impulso de una nueva legislación que asegure la total independencia del órgano de gobierno de los jueces.
Tampoco impedir impulsar un Pacto por el Estado de Bienestar, que garantice la viabilidad del Sistema Nacional de Salud, la estabilidad y calidad del sistema educativo, la igualdad entre mujeres y hombres y la viabilidad de las pensiones para los mayores. Ni oponerse a otro para el Saneamiento Económico, que garantice la solvencia de los más vulnerables y de la clase media, y busque un camino más próspero para los jóvenes.
Además de un Pacto Nacional del Agua y otro Territorial para garantizar la igualdad de dotaciones y servicios a todos los ciudadanos, estas son bases sobre las que una gran mayoría de los representantes de los españoles podría poner en marcha este país. Cuestión de patriotas, sencillamente.
Y, ojo, con tan sólo quince ministros.