Si camina como un pato, nada como un pato y grazna como un pato, no lo dude, es un pato.
El cuento viene a cuento por la peregrina petición de Pedro Sánchez, seis debates bipolares a celebrar de aquí al 23 de julio. La propuesta revela el tipo de campaña que le ha dictado su propia conciencia, reconocido órgano consultivo único del personaje.
Si viviéramos en una república presidencialista y dos partidos se bastaran para representar al conjunto de la sociedad, el reto podría tener un pase; aunque cabría temer por la salud mental del personal sometido durante seis semanas, seis, al tratamiento de choque que el pato cojo cree necesario para reflotar.
Agobiado con las prisas y lo que se le viene encima tal vez haya olvidado que vivimos en una democracia representativa bajo la forma política de la monarquía parlamentaria. Es decir, esto no es la Francia que preside Macron ni los Estados Unidos que en 1960 vivieron el famoso debate por vez primera televisado entre dos candidatos presidenciales Nixon y Kennedy.
Dicen, y parece que razonablemente, que el aspirante demócrata venció al vicepresidente republicano cuando éste comenzó a sudar. La telegenia fue determinante. Pues para guapo, el menda, confesó Sánchez a su conciencia; adelante pues con el desafío.
Y como en aquel debate celebrado en Chicago, el primer ministro en funciones no quiere moscas cojoneras en el duelo, ni de izquierdas extremas ni de la derecha extrema; sólo dos, duelo en la cumbre entre el progreso y la reacción. Y no a primera sangre, que vaya usted a saber, porque cualquiera puede tener un mal día; seis veces, seis, y cara a cara, como si el bipartidismo ya estuviera entre nosotros.
O sea, “yo, mí, me, conmigo” ¿y el programa, el partido? Yo mismo soy el programa, y el partido…
El PSOE es para su secretario general lo que para Franco era el Movimiento Nacional. En 1965 aquel régimen comenzó a preparar su última ley fundamental, llamada Orgánica del Estado, y el Jefe de aquel Estado quiso conocer la opinión de su embajador Antonio Garrigues y Díaz Cañabate, recién trasladado del Washington de los Kennedy a la Santa Sede de Juan Pablo VI.
Garrigues, convencido de que la evolución hacia una democracia plena habría de partir de la legalidad, confesó a su interlocutor en aquella audiencia veraniega que no veía sentido a la supervivencia del partido único. Es muy sencillo, respondió Franco, no se preocupe: el Movimiento es la claque del sistema.
Triste destino el de los palmeros actuales. Si nuestro pato cojo ignora la Constitución, desconoce el país en que vive, y ha reducido su partido a un grupo de palmeros, merece volver cuanto antes a su viejo Peugeot 407 y dejar expedita la vía para que otros recompongan la socialdemocracia española.