Hay imágenes y realidades; no siempre concuerdan, pero cuando se produce la conciliación entre ambas la realidad alcanza una dimensión a la que nunca habríamos llagado desde la imagen. Viene todo esto a propósito de lo que esta tarde, 7 de marzo, pudieron sentir quienes siguieran la sesión parlamentaria sobre la toma en consideración de la revocación de la ley del sí es sí.
El banco azul. Ahí está la clave. En la ancha bancada dispuesta para alojar al gobierno más profuso de nuestra democracia, 24 escaños, sólo dos estuvieron ocupados durante la sesión en que se dirimía el asunto. Las ministras Belarra y Montero, bastiones podemitas que cual vestales velan el legado de Iglesias Turrión, aparecían como ectoplasmas en medio del sepulcral vacío de sus compañeros de gabinete. ¿Compañeros?
Esa es la imagen que revela la realidad que finge gobernar el Reino. Frankenstein ha estallado por los costurones urdidos con alfileres en una tarde de engaños mutuos tras un fracaso electoral resuelto de la peor forma posible. Y así, rotas las bases de entendimiento, seguirá esta tropa, intentando sellar la ruptura con el calor que sólo pueden sacar del presupuesto general que los españoles abonamos sin rechistar.
A la vista no parece haber asunto en el que podemitas y sanchistas lleguen a acordar algo distinto de la decisión de mantenerse a resguardo de las inclemencias de la calle, de lo que les puede caer en unos meses, cuando la gente pueda hablar con la libertad que las urnas propician.
La mayoría de los españoles podría armarse de paciencia durante este tiempo, siempre que la desvencijada coalición no diera señales de seguir perjudicando todo lo que lleva entre manos. Lejos de ello, los hechos muestran, día sí y el siguiente también, que no dan tregua a todo tipo de disparates.
El Gobierno falsea hasta los datos del paro y en cuantía no menor, medio millón traspapelado; fustiga a empresarios por el simple hecho de cumplir su misión, optimizar sus recursos; fuerza el cese de un ejecutivo en una sociedad anónima, Indra pierde un 7% de valor bursátil; se muestra incapaz de tomar una decisión común para corregir los errores que él mismo comete; no asume responsabilidad alguna, dimitiendo o cesando a quienes perturban su cometido…
En fin, lo del primer ministro no es un Gobierno, como ayer demostró la imagen de un banco azul roto en el Congreso de los Diputados. Lo de Sánchez es el costoso embeleco de un narciso.