Y ahora, como un vendedor de crecepelo. El líder, Mi Persona, no deja de sorprender transmutándose en lo que sea menester para vender sus averiadas ocurrencias. La despensa de sus disfraces es ilimitada, supera la del detective Mortadelo, el personaje de Ibáñez.
De su armario sin fondo hace un par de días sacó la túnica de mesías para superar el efecto de la multiplicación de los panes y los peces narrada en los evangelios. En aquel entonces, de un par de peces y cinco panes cinco mil hombres pudieron comer hasta hartarse, además de las mujeres y niños que los acompañaban. Todo un milagro que nuestro personaje puso en hora hablando de la derrama de bienes sociales que nos proporciona gratuitamente.
Nuestros impuestos no cubren su magnanimidad, él provee. ¿Será cierta tanta capacidad taumatúrgica?
Como el vendedor de crecepelo, todo es falso; los ciudadanos pagan los impuestos que pagan, si aún pueden, pero sobre sus espaldas carga la inmensa deuda que sigue acumulando para saciar su instinto de poder. Carga, sigue y seguirá cargando cuanto sea menester, que hay elecciones y con las cosas de comer no se juega. Además, seguirá diciéndose ante el espejito mágico que Tezanos le ha regalado, “y el que me suceda, que arree”.
Fin del cuento; Mi Persona no da para más.