Además de mentir cada vez que habla, Sánchez se burla de todos y de todo, hasta de su propia sombra. Se hace suave para arrancar un pacto ¿de Estado? sobre el gobierno de los jueces con los populares, les promete -con el mismo afán que prometió guardar la Constitución- que no se meterá a manipular el Código Penal como le exigen los golpistas catalanes, y cuando tiene enhebrado lo de los jueces, una ministra en sede parlamentaria anuncia que sí, que meterán mano en el Código para aliviar las penas de sus socios de referencia.
Lo más es que la ministra en cuestión es la de Hacienda, y que lo haga desde la tribuna parlamentaria durante el debate de los presupuestos adquiere dimensiones homéricas. Acabará por borrar de la conciencia colectiva aquella sabia máxima sobre los mentirosos, atribuida al presidente Lincoln: pueden engañar a todo el mundo durante algún tiempo, a algunos todo el tiempo, pero no engañar a todos todo el tiempo.
Cuando la burla supera los limites de lo tolerable resulta imposible el entendimiento entre personas razonables. Al chisgarabís todo esto le es indiferente; es más, no entenderá que el burlado se plante con un “hasta aquí hemos llegado”, y para barrenarle le emplazará a firmar el acuerdo del que presume poniendo en duda la voluntad política del estafado.
Naturalmente, la víctima de tanta trapisonda se ha plantado como corresponde a cualquier persona consciente de su dignidad. Seguramente le importarán menos los reproches e invectivas que vaya a recibir de las redes sanchistas que el hecho de impedir el desafuero que representa la amnistía encubierta a los golpistas que mantienen en el machito al gran mentiroso.
El líder de la oposición, después de oír al propio primer ministro que cumplirá su compromiso de reformar el tratamiento de los delitos de sedición y rebelión, le ha ofrecido su colaboración para hacerlo de forma conjunta. El felón se encuentra así ante la disyuntiva de si prefiere caminar acompañado por golpistas republicanos o por partidos constitucionalistas.
¿El burlador burlado? O no; tal vez se haya salido con la suya. Cabe pensar que Sánchez ha montado el sainete para deshacer el acuerdo al que, según él, ya habían llegado. ¿Será que no le gustaba, que no colaron nombres como el de Conde Pumpido y otros? Todo es posible, miente tanto que puede llegar a engañarse a sí mismo.