Como era de esperar, ayer lo comentaba con una amiga que de estas cosas sabe mucho, los podemitas, o sea ministros del Gobierno de Reino de España, se han hecho oír para enfriar tanto fervor monárquico como el que ha podido inducir la exhibición del poder blando que ha ejercido la Corona británica. Que ésta, en la ceremonia litúrgica de la catedral londinense, acomodara al titular de la Corona española junto a su padre y Rey Juan Carlos I les ha sentado como a los mansos tres pares de banderillas de fuego.
Un portavoz regional de esa tropilla ha sentenciado que consideran que la figura del rey emérito es «un bochorno para este país, que mancha la imagen de España y de la monarquía española». Así, con un par. El tipo que cada vez que habla vende la república como bálsamo de Fierabrás ahora dice que le preocupa la imagen de España y su monarquía. Tamaña conversión supera la protagonizada por Pablo de Tarso tras la caída de su caballo.
Tremenda desfachatez, como asombrosa resulta la capacidad de tantos tertulianos que para ganarse unos euros acosan mañana, tarde y noche a la gente malmetiendo en nuestras instituciones. La Corona, como los poderes del Estado en general, ocupan hoy los espacios en que personajillos de tercera servían de pasto en los programas bazofia de muchas televisoras.
Y qué decir de los llamamientos a incumplir las leyes a cargo de otros, notables incluidos, con ocasión de la sentencia del TS sobre el escándalo que el socialismo andaluz ha mantenido vigente durante décadas.
Sánchez puede salvar de la cárcel a quien fue su presidente durante años, Griñán, o no. Incluso hacer las dos cosas, esperando al paso de las elecciones de la próxima primavera.
En cualquier caso, elevar a la categoría política de esencial el indulto a un condenado por prevaricación y malversación de fondos púbicos es, realmente, una muestra de la degradación que sufre la moral cívica de buena parte de la dirigencia política de la nación.
Para resolver tales sindiós el primer responsable de la situación de este país coge el avión y planta su buena planta en Naciones Unidas, que como cualquier otoño celebra Asamblea General en su sede neoyorkina. No llegó Sánchez a tiempo de escuchar el tañido inicial de la Campana Japonesa de la Paz pero enseguida buscó un hueco en la agenda del turco Erdogan para salir en los noticiarios. Ocasión pintiparada para que sus servicios de propaganda le situaran entre la nómina de Jefes de Estado.
Pobre, cuanto más alto se empeñe en volar más dura será la caída.