Comenzando por el papa Bergoglio. Se mete entre los acantilados de la política con la osadía de un tertuliano cualquiera. Sus palabras sobre Putin, Rusia, Ucrania, la OTAN y demás protagonistas de la masacre en curso carecen de la sensatez propia de un responsable universal. Y ojalá no sirvan de coartada para el empleo de la bomba nuclear que el ruso busque para coronar su hazaña.
No es la primera vez que se deja llevar por su deriva peronista, cultivo político del que nada bueno ha salido en su Argentina natal. Pero Francisco es líder espiritual de mil doscientos millones de católicos repartidos por todo el mundo que podrían empezar a cuestionarse dónde estaba la santa paloma hace nueve años, cuando el cónclave cardenalicio le nominó pontífice sucesor del dimitido Benedicto.
Sin volar tan alto, aquí, más a mano, tenemos personajes como la vicepresidencia Yolanda Díaz, que en su búsqueda ha dado con Eslovenia. En un tuit, forma de comunicación habitual entre estas gentes, se muestra encantada de haber conocido a un tal Luka Mesec, ministro de asuntos sociales de Eslovenia. “Es el inicio de una relación muy productiva entre ambos países para poner el trabajo decente en el centro de la democracia europea.” Y descansó.
Para España no deja de ser original tomar como modelo a Eslovenia, pequeña república de dos millones de habitantes, con una superficie menor que la provincia de Badajoz pero, eso sí, con más vicepresidentes de gobierno que el de Sánchez; cinco nada menos.
“Estoy dispuesta a dar un paso para ganar España” proclamó tras su contacto con el compañero esloveno del francés Mélenchon y de los comunistas griegos de Syriza. A nuestra chulísima vicepresidenta lo de Andalucía parece importarle un rábano: “os digo alto y claro que no sé lo que vais a hacer vosotros el 19 de junio”. Curiosa manera de pronunciarse en un mitin electoral; claro que al fin y al cabo, quien se la juega es Sánchez.
Pero por encima de todo ello, ahí está Zapatero ¿recuerdan? Aterrizó en la campaña andaluza para echar una paletada de basura sobre las papeletas sanchistas, pues no se le ocurrió mejor argumento electorero que reivindicar el orgullo de los socialistas por haber tenido presidentes de la Junta como Chaves y Griñán, condenados los pobres por prevaricación y malversación de fondos públicos. Claro que él nada se juega el 19.
Eso sí, como supervisor de nubes desde su hamaca venezolana, soltó la siguiente fanfarronada: “Los demócratas hicimos la reconciliación y permitimos que los que habían estado a otra cosa y no apoyaron la democracia estuvieran con la concordia”.
Y lo redondeó aseverando que “no hay política de futuro sin fundamentos históricos profundos”. Fundamentos históricos profundos ¿tanto como los suyos?
¿Ven como calladitos estarían todos más guapos?