Qué lleva Sánchez en su teléfono para ocupar 2,6 gigas es un misterio que sólo podría desvelar quien se introdujo en su encriptado aparato. Porque de él, naturalmente, no saldrá verdad. Llevar a cuesta 2,6 gigabytes en el móvil es como para hacérselo mirar. ¿Se imagina usted haber metido en su teléfono unas mil trescientas veces El Quijote?
Nuestro hombre tal vez llevara los planes de invasión de Gibraltar, más un borrador del acuerdo de paz para poner fin a los crímenes rusos en Ucrania, la estrategia para conseguir mejores fotos con Biden en la próxima cumbre de la OTAN, los vídeos sobre la España recorrida a lomos del Phantom y algunos episodios de The West Wing que tanto inspiraban a su Redondo. ¡Ay Iván cuánto te echo de menos!
O su famosa tesis, la copia cum laude que guardaba como oro en paño para que nadie descubriera los cimientos de un liderazgo. Vaya usted a saber. El caso es que la cortina de humo con que ha querido distraer a los rufianes de turno se ha trocado en el más penoso de los ridículos.
¿Recuperar iniciativa haciéndose el mártir? Ni al que asó la manteca. Menudo papelón el de Bolaños; está haciendo un estadista de aquel Ábalos que venía cumpliendo roles similares.
Las contradicciones en que caen los ministros de su Gobierno demuestran la inconsistencia de la última maniobra. Desde los propios sillones del Consejo que preside se levantan voces que de desafinadas están pasando al escarnio. Y hasta aquel pepito grillo que Isabel mandó callar a golpe de urna, precisamente hace un año tal día como hoy, ha vuelto a batir sus élitros para reclamar dimisiones sin tope.
Un primer ministro, eso es lo que aún sigue siendo Sánchez en nuestra monarquía parlamentaria, como el Boris de los guateques en el 10 de Downing Street ¿para qué necesitará llevar de aquí para allá mil y pico ediciones del Quijote, Los Papeles del Pentágono, o tal vez Mogambo?
Aunque conocida su afición a ponerse donde no le corresponde, no me extrañaría que la misteriosa mercancía que portaba el móvil fuera una temporada íntegra del Ala Oeste de la Casa Blanca. Soñarse en el papel del presidente J. Bartlet con su sala oval y su jefa de personal C.J. Cregg, viajando por el mundo en el Air Force One y ganando convenciones demócratas para ser coronado presidente de una república federal… ¿por qué no?
El tipo que se le ha ocurrido cifrar en 2,6 gigas lo que el jefe llevaba en su móvil merece el agradecimiento de la ciudadanía. Aunque tarde, ha contribuido eficazmente a desvelar la capacidad de generar disparates de un Gobierno que tenía que acabar así.