Existían esperanzas de que la celebración de la próxima asamblea de la OTAN en Madrid iba a aportar una ráfaga de aire fresco sobre la patética figura del aún presidente del Gobierno español. Quia. El malandrín se ha sentido obligado a colgarse del espectro de Franco, aquel generalísimo muerto de vejez hace cuarenta y siete años, al ver cómo desde su propio Gobierno se manifiestan contra la celebración de la cumbre.
Y por si cupieran dudas, le dejan plantado ante el Rey en la solemne conmemoración del cuadragésimo aniversario de la entrada en vigor del instrumento de adhesión de España en la OTAN que en la Secretaría de Estado de los Estados Unidos depositó el encargado de negocios de nuestra embajada en Washington, Alonso Álvarez de Toledo.
La ausencia de los mindundis podemitas, coronada por la de la vicepresidenta chulísima que sigue de oyente como si el Consejo de Ministros fuese una facu universitaria, revela hasta dónde llega el poder del tal Sánchez. Poco, siendo generoso, cabe esperar del personaje cuando no llega a gobernar su propio Gobierno; y aún menos, cuando con la precisión de una garlopa bien afilada se ha cepillado al partido llamado socialista de cualquier liderazgo autónomo, o simplemente de referentes reconocidos.
¿Qué alternativas cabe encontrar entre las filas del PSOE a su todavía secretario general? No hay. Lastra, Simancas, Batet, etc. son epítomes brillantes de la recua que sostiene al demediado líder, alimentada por los contribuyentes. Por cierto, ¿sabe alguien cómo se llama la presidenta del Sanado?
“Busco un hombre” dijo Diógenes, lámpara de aceite en mano, cuando le preguntaron en qué se afanaba con tanto celo. Veinticinco siglos después, el cínico jónico aún andaría buscándolo aquí entre las filas del socialismo sanchista.
Repasen, repasen comunidad por comunidad, ayuntamiento por ayuntamiento, en el mismísimo banco azul. Donde tiempos atrás podían saltar los nombres de González, Guerra, Múgica, Solana, Leguina, Vázquez, Redondo, Rubalcaba, Rodríguez Ibarra, etc., hoy hay quien tímidamente apunta el nombre de García-Page porque no dice tonterías, además de haber probado su capacidad para ganar unas elecciones en tierras manchegas.
Poco puede salir de este páramo agostado por la ambición del hombre a cuyos pies se está abriendo el suelo a una velocidad que no hay mentira que aguante. Desde dentro no cabe hallar solución; es lo que también parece ocurrir con el caso Putin. ¿Cómo poner fin a la destrucción de Ucrania?