La derrota del presidente del Gobierno en las próximas elecciones ha comenzado a labrarse en la semana de abril que hoy concluye. Pienso que no es preciso aliviarse con un “tal vez” o “probablemente”. Los atentados perpetrados a la normalidad política, base toda democracia parlamentaria, han colmado el estupor del personal.
Él solo, como corresponde a personaje tan sobrado, echó la última paletada de escoria sobre la residencia de la soberanía nacional función que encomendó a la presidenta del Congreso quien ni corta ni perezosa cambió las reglas del juego horas antes de comenzar el partido sin encomendarse a Dios ni al diablo.
La encargada de garantizar el tránsito por la legislatura del presidente con menor soporte parlamentario propio, descargó en la mesa de tal cámara, silente durante año y pico de pandemia porque las mascarillas se tornaron en mordazas, la artimaña de rebajar la mayoría precisa para designar a los miembros de la llamada comisión de secretos oficiales.
¿Razones? Ninguna. La mayoría de tal mesa está compuesta por los arbotantes y archivoltas del templo Frankenstein que, naturalmente se votaron a sí mismos para penetrar en la comisión de los secretos. Así el presidente por unos meses daba satisfacción a golpistas e independentistas catalanes, a exterroristas y nacionalistas vascos y sus socios podemitas. En fin, de los ocho miembros de tal Comisión, la mitad sería acreedora de ser seguida por el CNI. ¿A qué se va a dedicar si no el centro nacional de investigación?
Pero el comienzo de la semana fue superado por la el trampantojo que diseñó para sacar adelante un decreto-ley más, enésima afrenta al parlamento, sobre medidas económicas. Temeroso de que se le quebrara el estaribel por el cabreo impostado de los rufianes, simuló abrir la puerta a los populares para sacar su proyecto adelante. Fingió, una vez más mintió, porque la cerró de un portazo en cuanto supo que un acuerdo entre golpistas y exterroristas le salvaba el percance.
Sánchez está cavando su propio enterramiento que, como se descuide y tarde más de lo conveniente, con la ayuda de su fiscal general puede sepultarnos a todos. Resulta complicado presumir nuevos trucos y el personal tiene sabido que no hay bolita alguna bajo los cubiletes que maneja el trilero. Seguramente cifra su salvavidas en la presidencia de la UE que corresponde a España en el último semestre del próximo año. La efeméride no es garantía de éxito, como quedó demostrado en marzo de 1996. Felipe González perdió las elecciones convocadas al finalizar el segundo semestre español de presidencia de la UE.
El de ahora no llegará tan lejos. Al tiempo.