El sanchismo está rompiendo todos los techos. Aquello del buen Abraham Lincoln, “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”, está a punto de saltar por los aires. Porque ya va para tres años, o cuatro, y las mentiras siguen embaucando a todos como el primer día.
No hay brazo de la tropa gobernante que no dedique sus mejores esfuerzos, además de la inteligencia de centenares de asesores, en dar vuelta a la realidad con la facilidad con que se lo damos a los calcetines quienes pagamos sus cuentas. En ese afán cuentan con la eficaz colaboración de sus tentáculos mediáticos.
Lo de la señora Batet Lamaña, más conocida como Maritxell, es el último ejemplo de cómo hacer de la realidad un trampantojo, palabro que nuestra Academia define como trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es.
Caso brillante y reciente: la conferencia de prensa que montó a la puerta del Congreso que preside para defender a los letrados que han certificado que no hubo error informático en el disputado voto del señor Casero.
El empeño en defender a un cuerpo técnico de la cámara, que nada tuvo que ver con la mentira de su presidente, tiene el valor de un euro de madera. Fue ella quien atropelló las reglas y mintió al afirmar que su actuación estaba avalada por la mesa reunida para el caso.
Una especie de media verónica para burlar la realidad que pesa sobre ella, y nadie más que ella, quien impidió falazmente el ejercicio de la soberanía popular a uno de sus representantes.
No es la primera mentira de Maritxell. Durante cuarenta años la presidencia del Congreso nunca ha tenido el tufo sectario que hoy devalúa la institución, nada menos que uno de los tres poderes del Estado de Derecho.
El asunto no pasa de ser un caso singular dentro del universo mendaz del sanchismo, movimiento político éste capaz de tapar su tercera derrota consecutiva echando sobre quien le ha pasado por delante la responsabilidad culposa de formar gobierno con la extrema derecha.
¡Y es su propio caudillo quien lo hace sin reparo alguno, como si su lecho no estuviera mecido por comunistas, populistas bolivarianos, bilduetarras, golpistas catalanes y demás cabales vendepatrias!
Es el arte del trampantojo.