Hurtar al Parlamento sus funciones es una forma elemental de golpismo. Lo viene haciendo Sánchez al imponer a la sociedad medidas sin control parlamentario cuando no existen razones que lo justifiquen. El último golpe lo ha dado el día de los Santos Inocentes metiendo en el BOE la ley laboral sin que medie urgencia alguna.
Todo un trágala a los representantes de la soberanía popular, y a sus representados. ¡Chitón! aquí no se admite ni una coma, advirtió el golpista, temeroso de que su propio frente de progreso advirtiera del timo que supone haber convertido la derogación prometida en una mera cuestión de imagen.
¿Recuerdan aquel barniz con que se presentaron: un gobierno de progreso?
Este es el cambio de formas de un gobierno desembarazado de su factótum anterior: no hay cambio. Iván puede estar satisfecho; todo sigue igual, la imagen es principio y fin de toda política.
Ya pueden cuartearse los muros de la Patria mía, si un tiempo fuertes ya desmoronados, como lloraba el soneto de Quevedo, que nada enturbiará la prístina imagen de la marioneta que el gurú hizo bailar durante los pocos años que se nos han hecho una eternidad.
El país asiste silente ante un icono fraudulento. De momento. Porque cuando sufra en carne propia las consecuencias de la deriva económica que nos empuja hacia lo que hace un lustro era impensable, se dará cuenta de que, además de falaz, Mi Persona es gafe.
Él mismo ha abierto la puerta a su final al afirmar que cubrirá los cuatro años de legislatura. Ni las infinitas ansias por volar el AS332 Super Puma para acceder al Falcom 900 evitarán que la realidad desmienta tal afirmación. ¿Cómo va a dejar de mentir si lo lleva en los genes, como el escorpión del cuento de la ranita en el río?