Tal como previno ante la galería, Mi Persona se ve aquejado de pesadillas en las noches oscuras de la residencia del primer ministro. Los españoles, que saben sobradamente la consistencia de su palabra, recuerdan cómo en la última campaña electoral y ante las cámaras de La Sexta renegó de cualquier pacto con Iglesias. Fingiendo gesto de intimidad confesó a su interlocutor: “Yo tengo que reconocerle que sería un presidente del Gobierno que no dormiría por la noche, junto con el noventa y cinco por ciento de los ciudadanos de este país que tampoco se sentirían tranquilos”.
Como resulta habitual, mentía. Las urnas se abrieron, mediado diciembre el Rey le encomendó formar Gobierno y antes de terminar el mes, Mi Persona abrazaba al caudillo podemita tras la firma de la coalición de gobierno.
Así comenzó esta historia de terror a lo Frankenstein, como el último secretario general socialista, el profesor Pérez Rubalcaba, definió el engendro pergeñado. La realidad terminó por hacer bueno aquello del insomnio. A los pocos meses el doctor cum fraude comenzó a perder el sueño, pero últimamente la cosa va a peor.
Que el podemita se cortara la coleta no le ha servido de lenitivo; por el contrario, su reemplazo le está poniendo de los nervios, incluso de día. Yo-Yo Díaz ha comenzado las oposiciones para llegar a ser la esperanza blanca de la izquierda, convencida de que la crisis nacional acabará tragándose a su presidente. La luz, el gas, la inflación, el paro, ya sólo falta la vuelta de la pandemia.
Por si fuera poco, el Tribunal Constitucional le acusa de gobernar ciscándose en los derechos ciudadanos al encerrarlos en sus domicilios sin mayores miramientos, así como por atentar contra la división de poderes al impedir durante un año el control parlamentario.
El Tribunal Supremo se ve obligado a recordar a la presidenta del Congreso que las sentencias firmes están para ser cumplidas. El gobierno europeo le recuerda que los tribunales, además de serlo, han de parecer independientes, y que a dónde va jugando con las cifras macroeconómicas en que basa sus presupuestos y el cobro de las ayudas post-covid. Y como remate, la de anteayer: con la energía tampoco se juega.
De todo ello el personal lleva meses tomando cuenta, marcando una tendencia que tampoco es como para despejarle las noches. Según el observatorio electoral que preside Ignacio Varela, en menos de dos años el PSOE habría perdido más de medio millón de votantes, frente a un PP que ganaría más de un millón setecientos mil electores; de ellos, casi medio millón procedentes del sanchismo.
Y puestos a dibujar bloques, el de la derecha estaría pisando la frontera de la mayoría absoluta. En eso vienen a coincidir prácticamente todos los sondeos.
Ni Tezanos le sirve ya para recuperar el sueño. Por cierto, cuando hace unos días volvía a defender sus informes recordé la aproximación a la realidad del sondeo del CIS en vísperas de las últimas elecciones. El 34,2% pronosticado para el PSOE fue reducido por las urnas a un 28 pelado; El PP sobrepasó el 17 atribuido hasta el 20,8; Podemos bajó del 12,2 hasta un 9,8, mientras que Vox duplicó el pronóstico del aurúspice oficial, del 7,5 subió hasta el 15%.
¿Cómo no va a estar insomne? Su único paliativo es los dos años más legislatura que le brinda el calendario oficial. La cuestión estriba en cómo sus hojas vayan a ir cayendo día a día, mes a mes…