El Jefe del Estado, o sea el Rey, dictó ayer una mensaje cristalino a los poderes públicos. Utilizó un escenario ajeno a la cansina cotidianidad de la política nacional, como Montesquieu hace tres siglos hizo publicando sus Cartas Persas para criticar la decadencia de la sociedad de su tiempo.
Además de situar la escena en el oriente y tomar precauciones, como editar la novela con un falso pie de imprenta, la obra del Barón fue prohibida en Francia y la Iglesia la incluyó en su famoso Índice.
Pero ayer el Rey no se anduvo con melindres. En un acto de homenaje a la juez recientemente fallecida de la Corte Suprema norteamericana, Ruth B. Ginsburg, afirmó: “El Poder Judicial independiente desempeña un papel fundamental: dota de eficacia a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico, protege las libertades ciudadanas, y asegura que el sistema normativo conserve su vigencia.”
Felipe VI cumple cabalmente la función que la Constitución le encomienda de arbitrar y moderar el regular funcionamiento de las instituciones. Al extender el homenaje a todos los jueces y a la función jurisdiccional que desarrollan, sus palabras resuenan como el tañido de la campana de San Eugenio que alberga la torre de la catedral de Toledo.
Cuando la burricie que florece en la arena política del país pone en cuestión los principios que sostienen la convivencia de los españoles, el Rey recordó: «no hay Estado de Derecho sin Constitución y leyes que limiten a los gobernantes y garanticen la libertad e igualdad de los ciudadanos. Y por eso, como tantas veces se ha dicho, el Estado de Derecho es el gobierno de las leyes y no de los hombres”.
Con un Gobierno que burla las sentencias de los tribunales, desde el Supremo hasta el Constitucional y el de Cuentas, el ejercicio libre y autónomo de la potestad jurisdiccional es el seguro de vida del sistema. “Además de los controles políticos, electorales y parlamentarios, y del mismo control social por los propios ciudadanos, ha de existir el control jurisdiccional que exige un Estado de Derecho.»
Ardua tarea será el garantizarlo frente al cerco que el sanchismo tiene impuesto a todo lo que se escapa de su red de influencias. Desde los nacionalistas vascuences hasta los golpistas y burguesía afín catalanes, la Justicia es enemigo a batir, porque temen que sólo desde ella puede desmontarse el tinglado que sostiene en el poder al figurante que en la Moncloa tienen a su merced… y de cuyas mercedes bienviven.
«Para que la Constitución y las leyes sean obedecidas y desplieguen su eficacia es preciso que haya jueces que así lo aseguren«. Palabra de Rey.