Entre el temazo de la vicepresidente primera, los mimos a los golpistas a cargo de la vicepresidente tercera, y la perla del ministro de Transportes que homologa a Junqueras con Mandela, cabe confirmar que el gabinete ha entrado en pánico. Lo de los indultos les está volviendo locos.
El caso de Ábalos hace dudar de la capacidad mental de un señor que regenta el ministerio llamado de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, además de sentarse en el banco azul del Congreso y oficiar como controlador del partido sanchista y otros menesteres que cumple con nocturnidad.
Realmente, y pensando bien, no es de extrañar que tantas ocupaciones hayan terminado por nublar el sentido común que habría de suponer a cualquier ciudadano encargado de tamañas responsabilidades públicas. El pobre ha perdido la capacidad de discernimiento necesaria para mandar a hacer puñetas al gurú que le dictó su papel para la defensa de los indultos.
Porque muy ciego ha de estar para vender el indulto de una tropa de golpistas que sigue haciendo su juego desde la prisión de Lledoners, donde la justicia de una democracia parlamentaria les tiene recluidos, comparándolo con la libertad de Mandela al cabo de 27 años de las cárceles horrendas del apartheid, algunos picando piedra en Robben Island.
Y ya, el desiderátum final: «No hace falta que nos vayamos a Sudáfrica, si realmente todos los presos franquistas que lucharon por la libertad hubieran tenido un estigma, tampoco hubiera sido posible la Transición».
Así habla todo un ministro del Reino de España. El hecho pone sobre la mesa la necesidad de establecer algún filtro de idoneidad para el acceso a determinados niveles de responsabilidad en la administración de los derechos y dineros de los españoles. En los Estados Unidos esa función la cumple el Senado ratificando los nombramientos presidenciales de los ministros. Dado lo que aquí estamos viendo…
Porque mirando más arriba, las vicepresidentas están superando todas las expectativas. La primera, dicen que toda una catedrática de Derecho Constitucional, echa mano de insólita marujez para torear a las víctimas del asalto fiscal vía precio de la luz arguyendo que el problema no está en que haya que planchar o poner la lavadora durante la noche, sino que el temazo es quién lo pone. Toma Spinoza, Montesquieu, Habermas y Bobbio.
Y la tercera, envuelta en buen rollito, proclama que al otro, o sea a los golpistas, hay en escucharlos, atenderlos, y hasta mimarlos.
¿Mimarlos; ven cuán urgente y necesario es una criba parlamentaria de los nombramientos presidenciales? O cuanto menos, una especie de MIR por especialidades, como lo que han de pasar los futuros médicos durante un par de años.