De gran simbolismo, extraordinario simbolismo, definió Mi Persona la puesta en escena de “la rendición” de ETA. La derrota de los terroristas fue moldeada por el socio de Otegui diciendo que una entrega de armas también es una derrota. Hay que…
Este personaje no tiene bastante con hacer perder el tiempo a sus ministros y asimilados para hacer de comparsas en una escenografía absurda en la que una apisonadora pasa con dificultades sobre mil y tantas armas. Con lo fácil y discreto que habría resultado su incineración. Todo para pasar a la historia gráfica del siglo XXI como el presidente que acabó con ETA.
Naturalmente no asistió ninguno de los presidentes que sí trabajaron en ello. Sánchez nunca estuvo en disposición de hacerlo, sencillamente porque no existía, no era nadie, plagiaba libros y revistas para agavillar los folios de una tesis doctoral. Pero qué más da; lo que importa es el testimonio gráfico, lo que vieron mis ojos, que dirán sus devotos.
Un presidente que, desde un podio a la americana, dice ante un grupo de colegas que el acto es un hito “en el conjunto de la sociedad española y en el conjunto de la sociedad vasca” revela lo que lleva por dentro: nada. ¿Acaso en el conjunto de la sociedad española no estarán incluidos los vascos? Por conjuntos que no quede, ni por sociedades.
Sólo le faltó pedir disculpas por no invitar a sus socios de investidura y a los sobrevenidos bilduetarras, y por la exhibición de pistolas, las de los tiros en la nuca, y de fusiles para matar a distancia.
Así se corroen las entrañas de la nación. Los bolivarianos ya están sobrando; de hecho, están más cabreados de lo que dejan ver en su pueril intento por retener a los últimos militantes que les van quedando. Iglesias sigue sin dar palo al agua agobiado como se siente por cosas que la sociedad española no acepta, dice refiriéndose a la vacunación de las infantas.
Y aunque no lo diga, dice que a la fiscal general le van a dar la cuenta ya. ¿Será por investigar la incitación del lugarteniente Echenique a quemar guardias en Barcelona, o por lo de la funcionaria asistenta de la madre de sus hijos, o por los cinco indicios de corrupción sobre los que trabaja la fiscalía, o… por la inquina que viene de antes? Y es que no hay peor cuña que la de la misma madera.
Se las tiene tiesas con las vicepresidentas tercera y cuarta; la primera, porque sí. Y con Ribera por la cosa del mínimo vital, que los bolivarianos exigen completo y para toda la vida.
Y la licenciada Montero no pierde comba. Frente al delegado de su Gobierno en Madrid denuncia que al impedir a las mujeres «el derecho a la calle que tanto nos costó conseguir, la calle para estudiar, la calle para trabajar, la calle para reivindicar y conquistar derechos» se está criminalizando al movimiento feminista. Parece como si no se hubiera enterado que con su ley trans, ”no puedo ceder”, se ha puesto en contra al noventa y tantos por ciento de las feministas del país. O si se ha enterado, que las den…
Toma Jeroma, pastillas de goma que son pa’ la tos.