«Lo tengo que reconocer como vicepresidente del Gobierno español: no hay una situación de plena normalidad política y democrática en España cuando los líderes políticos de los dos partidos que gobiernan Cataluña están uno en la cárcel y el otro en Bruselas«. Iglesias dixit. Y, para que quede claro, lo hace afirmando su cualidad de vicepresidente del Gobierno. Ahora no caben las bilocaciones con que tratan de escaquearse. No es Iglesias el de Podemos, ni el Iglesias de la Puerta del Sol, ni el del mitin en Vista Alegre. No, es el actual vicepresidente del Gobierno español.
¿Qué espera Mi Persona para despedirle?
El tipo sigue viviendo en los tiempos de la Facu. En defensa de su patochada se pregunta: «¿Cómo va a haber normalidad democrática en nuestro país si un conflicto político ha dejado de poder gestionarse por vías políticas y ha acabado gestionándose por vías policiales o judiciales? Claro que eso es algo problemático y a ningún demócrata nos puede gustar«.
Y jugando entre demócratas, Iglesias hace los coros a Putin dejando al Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad como un pelele entrometido. Mientras su ministro de Exteriores se ciscaba en el sistema español, él expulsaba a tres ciudadanos europeos acusados de agentes de sabe Dios qué.
Frente a la respuesta dada por Alemania, Suecia y Polonia, devolviendo otros tres funcionarios rusos a Putin, el vicepresidente de España confirma que tiene razón Laurov, qué demonios. Pero hasta Mi Persona compartirá que es aberrante comparar nuestra tropa de sediciosos confesos con el opositor Novalni, encarcelado una vez visto que envenenar sus calzoncillos no fue suficiente para eliminarlo.
Esta nueva estirpe de demócratas está emprendiendo un viaje en el tiempo de consecuencias imprevisibles, pero que buenas no serán. El presidente ruso reabre la lejana guerra fría descubriendo agentes secretos tipo Dana Andrews. Como si aquella tensión en blanco y negro no hubiera quedado sepultada bajo los escombros del Muro. Pero aprovechando la visita del español Borrell, se va unos años más atrás, hasta Leningrado, la División Azul y el “Rusia es culpable” de Serrano, y se mofa de la España actual.
Aficionado a hurgar en nuestro pasado incivil con tesón de egiptólogo hurgando en el Valle de los Reyes, el vicepresidente español le sigue, comprende y reconoce que, efectivamente, no hay normalidad democrática en el país que presuntamente vice gobierna.
¿Hasta cuándo Iglesias? La cuestión no es un remedo de las Catilinarias; está dirigida a quien le puede poner en su sitio, la calle.
Dejémonos de eufemismos, este sujeto constituye una afrenta a nuestra institucionalidad.