Llegaron los últimos, pero mira que se han dado prisa. Hoy ocupan ya la pole position en la parrilla de salida del premio a la Corrupción por el que compiten todos los partidos del país entre el aburrido desespero del común.
Pero los de Iglesias han logrado despegarse del resto en muy poco tiempo, tan brillantemente que hasta el propio partido está encausado, medalla esta que hoy ostenta en exclusividad.
Menos mal que apenas tienen poder real, porque puestos al frente de concejalías de obras, consejerías de vivienda o de un ministerio tal que el de fomento, dejarían vacías cuantas cajas se les pusieran por delante.
Ahí tienen al tal Monedero. No contento con los cerca de doscientos mil euros que se llevó al saco en el 19, se promocionaba hace unas semanas como candidato a la alcaldía de Madrid. ¡Toma ya!
Por méritos…, bueno se dirá él mismo, menos aún tiene la Montero para sentarse en el banco azul y ocupar plaza en el Consejo de Ministros. Ministra de Igualdad, dice el rótulo grabado en oro de su cartera de Tarín fabricada en Ubrique; cuatro kilos de peso, cinco fuelles, tarjetero, etc. ¿de verdad necesita tanto la Montero?
Cada vez que la ministra la abre perdemos parte del capital más valioso que aún conservamos: nuestra capacidad de convivencia en paz.
No le falta razón al cofundador de la troupe, porque en cualquier democracia de nuestro tiempo, es decir desde 1787 hasta hoy, la creación de un ministerio para colocar a la madre de los hijos del vicepresidente sería un escándalo inconcebible. ¡Si no da ni para secretaría de Estado! Aquí, no. Al descalificar nuestro sistema nuestro vicepresidente sabe bien lo que dice; ¿no lo va a saber, cuando él mismo dedica sus mejores esfuerzos en degradarlo?
El simple hecho de estirar la mesa del Consejo para dar cabida a gentes con tan poco oficio como sobrados andan hoy de beneficio es un signo de golfería inaudita. Veintitrés ministerios, con sus correspondientes secretarías, subsecretarías, asesorías, oficiales, asesores y allegados constituyen un espectáculo que tiene asombrado al vecindario. Y cuando han empezado a enterarse de la calidad de sus titulares, el asombro se ha trocado en pasmo.
De entre todos ellos, se distinguen los podemitas por no dar un palo al agua. Año y pico llevamos pagándoles y aún no hemos visto una sola obra buena salida de sus manos. Además de corrupción eso tiene otros calificativos políticos. Incluso penales.
La semilla de la nueva política germina con rapidez hasta en quienes se fueron desligando de la matriz cuando vieron dónde ponía sus favores el macho alfa. Por ahí corre el niño Errejón, el de la beca de 1.800 al mes que le mandaban desde la universidad malagueña para que no se tomara el esfuerzo de pasar por allí. Estudió, y no parece que con demasiado fruto, en Ecuador, California y Bolonia, lo que no impide que ayer echara en cara a la Casa Real que la infanta curse fuera de España dos años de bachillerato internacional.
Apenas se salva uno. En la costa levantina florecen como los cítricos. Y hasta en el interior aragonés. Echenique, defensor de los derechos de inmigrantes, pero con asistente sin seguridad social y siempre presto a la felonía. Aunque, en fin, poca cosa frente a la ingeniería fiscal de Monedero, capaz de no declarar ni las penosas facturas que se inventa, y mal.
En el fondo todos ellos siguen las huellas que deja el caminar de su líder máximo. La financiación del tinglado dará dentro de unos años para tesis doctorales y discusiones en escuelas de negocio internacionales. De momento, de la catadura del vicepresidente del gobierno del Reino de España, da idea cristalina el hecho de haber impuesto la citada creación de un ministerio para dar asistencia a su pareja, y a la nanny de los hijos de su pareja.
Sin vergüenza.