Claro que no hay que esperar milagros; apañados iríamos si las cosas fueran a resolverse a golpes de varita mágica, o de divina voluntad. ¿Se imaginan traspasar el umbral del 2021 y no encontrar ni rastro del sanchopodemismo sufrido durante todo el 2020? Eso sí que sería un Año Nuevo…
No es por nada, pero mira que dan tabarra. No descansan ni en las fiestas, y total para nada. Porque el sistema que pretenden cargarse está más enraizado que el métrico decimal. Coces contra el aguijón, tituló sus memorias el resistente soviético Solzhenitsin, y ya se imaginan a qué aguijón se refería el Nobel.
Como Samaniego transcribió una fábula de Esopo, “Quien pretenda sin razón, / al más fuerte derribar, / no consigue sino dar / coces contra el aguijón.”
Leer los comentarios al mensaje navideño del Rey a personajes encausados por no pagar al fisco ni a sus empleados, atizar a los encargados de la seguridad, secuestrar a representantes del pueblo o dar golpes de Estado desde las instituciones públicas hace pensar en aquel burro empeñado en cocear el aguijón. Pero realmente no hay espacio para la sorpresa; es lo que tiene conocer a los rufianes de toda laya que decoran el pesebre.
Tampoco resultan extrañas las simplezas con que el guardamuebles de la burguesía vasca en Madrid trata de que no se extinga el pábilo de la vela que mantiene encendida a Su Persona. Dice Esteban que el Rey no enfrentó con claridad los problemas que le atañen. ¿Pretendería el exprofesor de la universidad jesuítica bilbaína de Antropología y de Derecho Constitucional que don Felipe se cagara en su padre a estas alturas?
Tal vez a los epígonos del carlismo novecentista los muertos por el virus, la pobreza, el paro, la quiebra de empresas, la juventud sin horizontes o la vulneración de las leyes sean problemas que no les atañan, pero al Rey sí, y de ellos habló; como también de que hay principios morales y éticos que “están por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personales y familiares”. Quizá éstos tampoco conciernan a quienes se parapetan tras unos fueros incompatibles con la racionalidad democrática del Estado moderno, de una monarquía parlamentaria de nuestros días.
Y de los socialistas, qué decir; calladitos no vayan a despertar los de Galapagar, que por eso el presidente del Gobierno de coalición, su portavoz, Ábalos y demás alfiles han cedido la palabra para que la presidenta del partido exprese su confianza en que el Rey “siga adelante con la renovación de la institución monárquica”. ¿Renovación, conoce usted amable lector, alguna institución monárquica?
Pobres, no saben ni de lo que hablan; para qué aprender, se dirán. Y dicen bien… para lo suyo, claro.
“Qué tropa, joder, qué tropa”, como exclamó el conde de Romanones al enterarse de que no tuvo ni un voto de los académicos que le prometieron su apoyo para ingresar en la Real de la Lengua. España eterna…