Mientras resulta útil el compañero de viaje es bien tratado; de él se pondera su disposición dialogante, su apertura de miras y realismo. Quien lleva las riendas le distingue de quienes tacha de extremistas y de fachas o rojos, según quién emita los certificados de buena ciudadanía.
Pero en cuanto su asistencia se hace innecesaria, cuando ya no son indispensables sus favores, sobre el tonto útil cae la del pulpo. El desprecio que, en el fondo siempre sintieron por él los beneficiados de su lacayuna asistencia, aflora para sorpresa del tonto y mofas de los demás.
La expresión fue muy utilizada en los largos años de la guerra fría en que desembocó la caliente de mediados del siglo anterior; los mismos del franquismo aquí dentro. En el mundo occidental los compañeros de viaje eran siempre cripto comunistas o simpatizantes con el mundo soviético. En el nuestro, aquí mismo, la cosa era poliédrica; los tontos útiles de entonces eran acusados de estar subyugados por el comunismo, la masonería y los judíos; las tres cabezas del can Cerbero con el que aquel régimen metía miedo al personal.
Hoy los tontos útiles escasean; lo que abunda son los sacamantecas, elementos que sacan provecho de la exigua fuerza parlamentaria de quien manda. El escualo se siente apoyado por especies diversas, comunistas bolivarianos, golpistas republicanos y exterroristas, cuando en realidad, al llevarlos pegados al lomo y alimentarlos con su propia sangre, terminarán por hundirlo.
Con la pléyade de rémoras que acompañan el proceloso viaje de Su Persona, cabría pensar que la situación no precisara de más apoyos. Pero a veces los consigue desde sus antípodas. Es el caso de Vox. La intemperancia no sólo de sus modos y maneras sino de algunos juicios, renueva las corrientes que favorecen al sanchismo. Lo demuestra la patochada de la censura fallida el pasado mes. Muchos van por lana y vuelven trasquilados, como se lee en Don Quijote. Este sería otro país si la gente se pusiera a leer.
Pero no es único el caso; apareció otro tipo de tonto, el que ofrece su asistencia a quien no la necesita para aprobar una ley de barbaridades sin cuento llamada de los presupuestos estatales. Su lábil fuerza política no sirve como alternativa a los apoyos extremistas del sanchismo, pero le es útil en cuanto quiebra la base social de su oposición. El paso dado por esos ciudadanos no supone más que unos céntimos de imagen en medio de una situación desesperada.
Los presupuestos del peor gobierno de la democracia española sólo podrán ser ajustados por la U.E. El parlamento español hoy es lo que es y tiene lo que tiene, que no es precisamente la capacidad de revertir las insensateces ideologizadas del gobierno con más ministros y menos talento de la historia reciente.
Con aplicar un poco de sentido común nos veríamos libres de este tipo de tonterías, sólo útiles para distraer la atención a los problemas reales que soporta nuestra sociedad y de la incapacidad para encauzarlos que sus actuales dirigentes demuestran a diario. En fin, que conviene moverse por algo más sustancial que la imagen, y leer más y mejor.