Sánchez no tenía en su agenda actividad ninguna en la mañana después de las 9, hora en que iniciaba el pleno del Congreso. Asistió como oyente al comienzo de la sesión a cargo de su ministro de Sanidad que presentó lo del estado de alerta. Pareciera como que a Su Persona le diera un no sé qué defender el trágala que volvió a imponer la mayoría de aluvión que le sostiene. Y se fue.
Por la tarde, sólo dos espaciadas actividades más. Recibió a Grynspan, la secretaria general interamericana, en uno de los tresillos de la residencia presidencial. Y dos horas después de atender a doña Rebeca se enchufó a una videoconferencia del Consejo Europeo. Y eso fue todo.
Dadas las circunstancias, es natural que el presidente necesite tiempo para el descanso y cuidado de su salud, incluso más del consumido en las largas y soleadas vacaciones de las que volvió hace poco más de un mes.
Lo que no es natural es que tenga a los españoles sin saber a qué atenerse en cuanto a su movilidad, vida social, etc. por no asumir la responsabilidad que como jefe del Ejecutivo le corresponde, y en exclusiva.
Una puñetera locura, en palabras de Felipe González, es lo que su escaqueo ha creado al delegar en instancias inferiores la solución de un problema que afecta a todo el país. Cada Comunidad puede hacer una cosa y la contraria, por barrios, días y noches; meses, semanas, fines de semana, todo está abierto a las “autoridades delegadas”. En vez de tomar él los arreos de matar al bicho chino echa por delante al ministro filósofo para marear… a las perdices. El maestro no se atreve.
Pero lo que ya denota una capacidad insólita para burlarse de todo es su marcha del hemiciclo antes de que el líder de la oposición tomara la palabra para hacer su papel, el que corresponde a la oposición. A Su Persona le importa un pito la oposición. El desprecio a las normas elementales de cortesía en toda democracia parlamentaria refleja lo que el personaje lleva en sus adentros.
El Ausente fue una especie de advocación con que sus fieles se referían a Santiago Carrillo, por ejemplo, durante los meses que vivió en Madrid camuflado bajo una peluca, antes de salir a la calle; y los falangistas, durante su detención y posterior fusilamiento, a José Antonio Primo de Rivera. Sánchez Castejón está entrando en ese santoral. El Ausente versión 5.0.