Este Barba Azul de revista casposa que cursa como vicepresidente de Gobierno del Reino ya no tiene quién le siga el cuento. El último, sus intimidades registradas en el teléfono de una de sus conquistas, le está quitando el sueño. Si hace unos años se subió a los púlpitos para hacerse víctima de un comisario siniestro que habría robado el aparato de su querida Dina, ahora vuelve a echar mano de tinta de calamar para tapar el golpe antirrevolucionario sufrido en los dos recientes comicios y escaquearse ante el acoso de la justicia.
El cuento que se inventó en campañas anteriores le brindó excelentes resultados, tanto que años más tarde tras las últimas elecciones, un candidato a la presidencia, desnortado, le llamó a su vera, y el látigo del establishment quedó ungido como vicepresidente segundo. Nada se sabe de lo que desde entonces haya podido hacer en la coalición que copreside.
Sin embargo en qué ocupa sus horas, bien pagadas por cierto, deja poco margen a la duda. El vicepresidente sigue poniendo sus mejores esfuerzos en minar los cimientos de la convivencia en libertad de los españoles. Aunque en realidad el personaje es tan corto que sus afanes de revuelven contra él mismo. Así lo han demostrado este fin de semana sus aliados bilduetarras y benegás dejando a sus podemitas a verlas venir en los parlamentos vascuence y galaico.
Ese desastre sin paliativos no será objeto de autocrítica, como tampoco lo fue el resultado de la responsabilidad que se arrogó sobre las residencias durante los meses de confinamiento, ni lo será el machismo que trasmina su explicación sobre la retención durante medio año de la tarjeta de su Dina, ni la incoherencia de saltar del pisito de Vallecas, “donde vivo feliz”, al chalé que custodian en Galapagar seis operativos de la Guardia Civil.
Lo que viene será aventar el asunto de los dineros del ex jefe del Estado siguiendo la máxima de que un escándalo con otro se tapa. A por la Corona. Para ello podría contar con su socio de coalición, el sinsorgo que tachó de inquietante y perturbador lo publicado sobre el asunto. De momento ya ha impedido que su vicepresidente explique en el parlamento el lío con la tarjeta del móvil que nadie robó a su asesora.
El tiempo terminará aclarando que aquellos fondos de origen saudí nada tienen que ver con un proyecto iniciado tres años más tarde. Además, ¿qué mundo al revés sería ese en que las comisiones que puedan correr en este tipo de grandes contratos internacionales las paga quien licita el proyecto y no los beneficiados por su adjudicación?
Pero qué más da, puestos a contar mentiras, que la gente cante alegre, aquello de que por el mar corren las liebres y por el monte las sardinas, tra la ra…