Andrés Eloy Blanco tiene un precioso monumento en el parque madrileño de El Retiro. Venezolano fallecido en su exilio mexicano en los años 50, fue uno de los fundadores del partido Acción Democrática, hoy dentro de la Mesa de la Unidad Democrática que preside Guaidó. Pero sobre todo fue uno de los grandes poetas venezolanos, adscrito a la generación española del 28. Entre su obra hay un poema universalmente conocido: Angelitos Negros.
La canción que cantó Pedro Infante en la película con ese título, año 48, y aquí popularizó Antonio Machín, es una síntesis del poema de Blanco que concluía así:
“Pintor que pintas tu tierra, /si quieres pintar tu cielo, / cuando pintas angelitos / acuérdate de tu pueblo / y al lado del ángel rubio / y junto al ángel trigueño, / aunque la Virgen sea blanca, / píntame angelitos negros.”
Todo ello se me ha hecho presente al leer que el líder de la iglesia anglicana, Justin Welby, arzobispo de Canterbury, ha manifestado en un programa de la BBC 4 que la representación de Jesús como hombre blanco por parte de Occidente debe ser revisada a la luz de las protestas del movimiento Black Lives Matter.
El papa anglicano lo proclama además en un tuit: “Jesus was Middle Eastern, not white. It’s important we remember this.” Y todo a cuenta de un revisionismo que va más allá de las justas reclamaciones de la causa negra.
Porque el clérigo dijo además que la Iglesia de Inglaterra debe revisar muy cuidadosamente las estatuas existentes en la Catedral de Canterbury y la Abadía de Westminster para ver si todas deben estar allí. “Algunas tendrán que retirarse, algunos nombres tendrán que cambiar”, sentenció.
Hoy se está tratando de reescribir la Historia, aquí con fruición por asegurarse de que, finalmente, las tropas franquistas pierdan aquella guerra incivil. Y más allá, también.
Una extraña especie de indigenismo recorre las naciones que Europa asimiló a occidente desde que España desembarcó en el Caribe, hasta las migraciones posteriores impulsadas por el hambre, la Gran Hambruna de finales del siglo XVIII, o los pogromos.
Extraña visión del progreso la de quienes marchan conduciendo con el retrovisor. Como si el tiempo perdido pudiera volverse a encontrar.
¿Seguirá habiendo sitio en nuestro mundo para seguir cobijando tanta estupidez? En fin, si quieren pensar en otra cosa, aquí les dejo un enlace para ver la película con que comenzamos.