¡Es la guerra! Primero fueron las imágenes bélicas, como si el control de la pandemia fuera la toma de Montecasino o el desembarco de Normandía. Cedidos todos los derechos ciudadanos al comandante en jefe, quién va a discutir la unidad.
De ésta saldremos unidos, unidos, uni-dos; la unidad, como el gran Bertha, clave en el asalto a las posiciones enemigas. ¿Alguien osa contrariar al mando en medio de la alarma?
Los populares avisan sin ser atendidos de fallos en la estrategia y denuncian errores en los movimientos tácticos que el mismo mando único ha de anular, corregir y restablecer para volver a enmendar. Pero no el más grave: el desprecio por la intendencia, con lo cual al cabo de cien días el confinamiento sanitario ha enervado la capacidad productiva del país.
La admirable resiliencia de los civiles ha permitido al comandante en jefe proclamar la victoria, su victoria. Advierte de que el enemigo, semi oculto, aún puede causar destrozos y que ahora toca volver a levantar las ruinas del sistema económico; demostrar a la UE que merecemos ser sacados del hoyo. Y punto en boca.
La unidad ya no basta; fue necesaria para esquivar críticas y no atender alternativas como las que la oposición le propuso hasta en tres ocasiones. Ahora lo que corresponde es patriotismo. ¡Patriotismo! Malo cuando la autoridad recurre a palabras mayores para extrañar a media España.
Así habló eyer el patriota: “nadie puede soñar con sacar un beneficio dañando los intereses de España y de los españoles. Pido a todos los partidos españoles que apoyen activamente la propuesta de la Comisión Europea. Si España gana, ganamos todos. Si España pierde, no solo pierde el Gobierno, perdemos todos. Pido responsabilidad, altura de miras, patriotismo”.
Para el comandante en jefe no son patriotas quienes piden seriedad y control frente a la institucionalización del derroche populista que hará de España un país de subsidiados, condenados a trabajar no se sabe dónde para pagar la deuda acumulada. Para Sánchez patriota es su ministro de Consumo: “sin el comunismo no habría democracia en España; está en el ADN de la tradición democrática de este país”. Garzón dixit.
La verdad es que la patraña recuerda tiempos gozosamente remotos, diciembre de 1946, cuando en la Plaza de Oriente madrileña una multitud calentada por la propaganda gritaba a los pies de aquel caudillo bajito que no se preocupara por quedar aislado de las Naciones Unidas porque “Si ellos tienen ONU, nosotros tenemos dos”. La propaganda puede hacer milagros, hasta olvidar el hambre.
La falacia, el camelo y la provocación son los epígrafes del guion con que Redondo e Iglesias hablan por boca de ganso. Excelentísimos Ventrílocuos a cargo del presupuesto nacional.