Atrincherado en la excepcionalidad que durante noventa días ha suspendido la normalidad democrática en la vida de los españoles, el Gobierno ha ido asumiendo todos los poderes del Estado.
La autoridad única que se arrogó al proclamar la guerra a la pandemia ha ido cuajando un único poder en el que el Legislativo embucha decretos de urgencia y la Justicia es tutelada por las otrora Fiscalía y Abogacía del Estado, hoy transustanciadas en terminales del Gobierno.
Si así está el Estado no es menos preocupante el estado del Gobierno. En una palabra: achicharrado. El cúmulo de embustes ha arruinado a buena parte de quienes confiaron en él. La coalición de progreso es un mero arrejuntamiento de intereses para el progreso, efectivamente, pero sólo de sus titulares.
Ministros sin apenas más funciones que las de dar ocupación a amigos, familiares y otros deudos. Para dar cabida a todos ellos su presidente amplió hasta veintitrés el número de asientos a la mesa del Consejo. La distancia entre unos y otros hace que algunos aún no hayan llegado a conocerse.
Episodios como la noche de Ábalos con la vicepresidenta de Maduro, la confesión de la ministra de Igualdad sobre el 8-M, la insolencia de su marido y vicepresidente saltándose los confinamientos, el papelón del pobre Illa, las torpezas de Calvo, la otra Montero, Garzón, Celaá, Ribera, etc. hasta llegar a lo de Marlaska con la Guardia Civill, han dejado el estado del Gobierno como unos zorros.
Sólo la complicidad de minorías antisistema suministra el combustible necesario para el errático vuelo del aparato gubernativo. Ellas, golpistas, filo etarras y otros, mantienen tenso el cordel que ata la coalición.
Y así tocará estar ocho meses más, como poco. El único consuelo es que el propio Gobierno habrá de lidiar con el marrón que está dejando. Imaginarse lo que pudiera ser del Estado con los podemitas en la calle sería lo más parecido a una pesadilla.
El Gobierno terminará en estado catatónico, ciertamente, pero el Estado volverá a estar regido desde el equilibrio de sus tres poderes constitucionales, libres de injerencias tercermundistas. Que así sea.