Es compulsivo, quizá patológico. Nadie conocido ha sido capaz de mentir tanto durante tanto tiempo. Ahora una nueva prórroga, pero sólo para comenzar porque luego exijo otra, y así hasta que el BOE dicte la nueva normalidad.
Infinitas ansias de reglamentación: todos mediopensionistas, reuniones de hasta diez personas, turnos de horarios conventuales, máscaras obligatorias, distancias entre mesas… de todo menos lo que hay que tener: TEST. Lo único que realmente puede determinar el estado de los ciudadanos no se despacha en este país.
Con el parlamento a medio gas, y eso porque la oposición se plantó; los medios, amenazados cuando no están dopados, y el personal con miedo en el cuerpo porque le han dicho que estamos en guerra, los sanchocomunistas se sienten a sus anchas.
A reglamentar, es la guerra; y la guerra no se gana a base de derechos, como el de reunión, el de libre circulación, ni menos aún con el de información. Lujos de la antigua normalidad.
Juegan con una sociedad pacata y cortoplacista, incapaz de luchar por los valores que dignifican la vida. Qué lejos aquellas miras cervantinas, “por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.”
Todavía no pesa sobre el común la nueva pandemia, la que espera a la vuelta de la esquina en forma de paro, recortes, confiscaciones fiscales, y penurias diversas. Caerá como cayó la presente hace ya tres meses sobre la incapacidad de los actuales mandamases. Ya lo ha anunciado el gran mentiroso: “No hay plan B, el único plan es el estado de alarma”. Y dejó meridianamente claro hasta qué punto llega su compromiso: “el éxito de las medidas depende de la responsabilidad de cada uno.”
Eso sí, presumió de que ha adoptado “decisiones que nunca nadie había tenido que tomar”. Y volvió a mentir diciendo que todos los lunes hablaba con todos los partidos de la oposición, hasta con el último parlamentario del último partido. La carcajada resonó por encima de las máscaras de todos, todos los partidos, desde el primero hasta el último… ¿Será posible?
Nosotros no podemos presumir de nada, sólo dolernos de la mala fortuna de habernos cogido el virus chino con un gobierno vesánico, cuya inepcia está provocando otra crisis de mayor calado social, político y económico que la sanitaria.