Para golpe, la sexta prórroga del estado de emergencia, ya pactada por el fraudillo con los republicanos separatistas catalanes. Silencio, se trama. Este es el golpe, y no el que los coaligados han tejido en su nuevo relato sobre el estado de la Nación.
Del vicepresidente segundo nada sorprende. La ira, travestida de esa jesuítica reconvención con que ahora se adorna, acaba saliéndosele por los pliegues de su nuevo disfraz en cuanto alguien cae en sus provocaciones. Y cual Savonarola, acusa de golpista a quien se le pone por delante, arrojándole a la nueva hoguera de las vanidades que prenden a diario medios y redes sociales.
Mientras el común está silenciado por la alarma y entontecido por el barullo que arman desde el Gobierno con los rebrotes, lo que se puede y no se puede hacer según el trifásico al que estén enchufados y demás pormenores sin sustancia, el comunista a lo bolivariano saca del armario -de donde se guardan las armas- el fantasma del golpe de estado, le coup d’Etat, la asonada, en fin, lo que hicieron sus adoctrinados en Venezuela, o sus maestros en Cuba. O aquí mismo y en los años 30 del pasado siglo, sus amigos en la revolución de octubre, y los de enfrente tres años después en julio.
El disparate podría quedar ahí, en una intemperancia más de este macho alfa vividor -que vive- de la provocación permanente, por mucha seda con que se adorne, pero no; además de insinuarlo en un pleno del Congreso, de espetarlo dos días después en una comisión parlamentaria sin venir a cuento, volvió a hacerlo en rueda de prensa ayer asegurando como vicepresidente del Gobierno que cuando la víspera dijo que a Vox le gustaría dar un golpe de Estado, “dije la verdad”.
La inefable ministra de Igualdad y cónyuge de su líder partidario abundó en el relato con ternura: “el trabajo del vicepresidente es encomiable… La derecha lleva semanas llamando a la insubordinación del Ejército”.
Ya lanzados, la portavoz Montero afirmó que “a la derecha le cuesta mucho digerir las urnas”. Y la ministra de Defensa dice en el Senado que “no existe ningún riesgo de insubordinación en la Guardia Civil”.
Pues claro que no, magistrada Robles; dejando al margen a los miembros de ese gabinete de los milagros montado por el resistente fraudillo, en qué cabeza cabe, quién habla hoy en términos insurreccionales. Fracasada hace medio siglo la fascista, la única revolución pendiente que pesa hoy sobre este país es la de los postcomunistas que anidan en el Gobierno.
Para distraer al personal han construido ahora este absurdo relato del golpe. El disparate coadyuva a infundir las dosis de temor necesarias para obnubilar la razón y pervertir la democracia.
Lo tiene dicho, ayer mismo, el ideólogo del asalto a los cielos: “la crispación es un mecanismo político que sirve para controlar la agenda”. Si lo sabrá él, gran maestro crispante del Reino.