Iglesias se sentó en el Gobierno como el paciente en el sillón dental. Recuerden aquel chiste en el que el sacamuelas, al pisar el pedal que pone en marcha el taladro, siente sus partes asidas por la mano del paciente que le susurra “¿verdad que no vamos a hacernos daño, doctor?”.
Pues el doctor cum laude anuncia que sin Iglesias no habrá pactos. Hasta ahí llegan las ansias de Sánchez de poner en pie un programa de reconstrucción nacional. Por si quedaran dudas sobre su interés en alcanzar un acuerdo con la oposición, la portavoz Lastra se destapa tildando a los populares de “derechita cobarde”. Mientras, el secretario general sanchista, Ábalos, afirma que el Gobierno es un bloque, y desde la portavocía gubernamental Montero dice que están actuando con humildad y generosidad. Dijo actuando, no dijo pidiendo, porque eso, las virtudes de la madre Teresa, es lo que piden a la oposición.
El gabinete de ideas puso sobre la mesa al doctor cum laude un proyecto con el que siempre ganas, le dijeron; un win-win para tus intereses. Si el pacto sale, el triunfo está claro; si se niegan, también porque con la que está cayendo la gente no lo entendería. Con la propaganda en nuestras manos en ambos casos siempre tienes cubiertas las espaldas.
Y pusieron en marcha los ventiladores.
Ante las primeras menciones a la duda si con el populismo bolivariano se puede alcanzar algo consistente, el vicepresidente en jefe, velado por el virus pero con la mano dispuesta a apretar al doctor donde fuera necesario, sale a la palestra para ilustrar urbi et orbi que cualquier pacto, un pacto por lo público habrá de ser, aclara, tiene que basarse en el «constitucionalismo social».
Me queda la duda de que si fuera ministro de deportes pediría un constitucionalismo deportivo. ¡Pero si eso de social es precisamente el primer atributo de nuestra Constitución, art. 1º! El profesor de Políticas que dicen que fue sabrá que eso nació hace un siglo para que los ciudadanos tuvieran garantizados derechos como jornadas laborales de ocho horas, contratos de trabajo, seguridad social, sanidad pública, etc. ¿alguna novedad aquí?
El hasta hace poco editor de programas televisivos parece que echa en falta un sistema fiscal progresivo – ¿en qué país habrá vivido? –, y se adorna diciendo que el interés general tiene que estar por encima de cualquier interés económico. Pues claro, económico, ideológico, estético o de clase. Es un chiste si no fuera penoso…
A este personaje le salva el odio que Sánchez profesa a la socialdemocracia, a quienes le removieron de la secretaría general del partido hace menos de cuatro años. Ese es el escudo del podemita, una sociedad limitada de intereses mutuos.
Al cabo de medio año paralizado, el país no se restablece con infortunadas ingenierías sociales. Para dar de comer a la gente, y pagar lo que se debe, España precisa de reformas que hagan más eficiente su administración y más flexible su sistema económico para cubrir nuestras necesidades y poder competir internacionalmente.