Al cabo de una semana el llamado Mando Único ha demostrado que para mandar hay que saber. Para ser ministro de Sanidad no es preciso ser sanitario; ni médico, ni farmacéutico, ni enfermero, naturalmente. Pero sí conviene tener ciertos conocimientos de organización y la capacidad de gestión precisa para atender las necesidades vitales de cuarenta y siete millones de personas.
Don Salvador Illa no parece experto en nada de ello. Después de cursar Filosofía en Barcelona y un máster, desde los veintinueve años ha dedicado toda su vida al partido de los socialistas catalanes. Concejal, alcalde, consejero y lugarteniente de Iceta, el muñidor de un futuro tripartito catalán.
Hablando en plata, Illa está en el Gobierno para trabajar por el diálogo, extremo éste un tanto ajeno a los quehaceres que debería cumplir un ministro de Sanidad, Consumo y Bienestar Social.
Tal vez el primero de ellos sea el conteo de los afectados por el COVID-19. A estas alturas ya muy pocos siguen creyendo en las cifras que diariamente suministra su departamento. Las muertes son las únicas ciertas. Las de los afectados pueden ser dos veces superior, ¿quién lo puede saber si no han provisto de medios para detectarlos en la mayoría de la geografía española?
Tal vez le cayó encima el Ministerio como gracia por haber conseguido, junto al también ministro Ábalos y a la portavoz Lastra, la abstención de ERC en la investidura de Sánchez, quien desde la presidencia se apresuró a cumplir aquello que “de bien nacidos es ser agradecidos”.
Pero su gestión al frente de la Sanidad, tan bien recuperada de las Comunidades Autónomas como pésimamente gerenciada, es un desastre sin paliativos. Tal es el nivel de incompetencia que la responsabilidad de gestores de autonomías de todos los colores les ha movido a buscarse la vida por dónde pueden.
El ministro de Ciencia e Innovación, don Pedro Duque, Ingeniero Aeronáutico y Astronauta de reconocido prestigio, pocas luces muestra en sus comparecencias como miembro del Mando. Tras la moción de censura con que se hizo con la presidencia hace dos años Sánchez, necesitado de imágenes novedosas, le hizo ministro de Ciencia, Innovación y Universidades. Su paso por el sistema universitario nacional fue como el del rayo solar a través del cristal. Ahora, en su segundo Gobierno, el doctor Sánchez segregó las Universidades para abrir un nuevo ministerio con el contentar a Iglesias y a los sediciosos catalanes nombrando a Castells, nombre también rutilante en el mundo académico de la sociología. Un ministerio más, ¿será por dinero?
Por si fueran pocos llegó Iglesias y reclamó su papel. El benefactor papel del papá que acudió con su bebé al sin dios del 8-M, del sometido a cuarentena que da ejemplo cívico plantándose ante las cámaras para que la gente vea que sigue en la calle, que la casta no le ha abducido, que juntos derrotaremos lo de siempre y a los de siempre, se ha encaramado al Mando por la vía de sus pelos. Realmente, tenemos un mando realmente único
Pese a todo, salvo alguna panda de imbéciles como los que salieron por Valencia, los españoles están probando su temple en esta guerra galáctica.
Por cierto, ¿no es ya una medida sanitaria obligada mandar a un tal Torra a su casa para siempre?