Para salir del escrache de que esta vez él mismo fue víctima, el vicepresidente y ministro Iglesias se definió como “un moderado reformista”. ¡Con un par! Hay que ver lo que se aprende al lado del presidente Sánchez.
En menos de tres meses a la sombra de Moncloa, el marxista bolivariano, el politólogo radical, el comecocos del establishment ya no quita el sueño a su presidente. ¿Será cierto, o simplemente es que ya miente tanto o más que el jefe de pista del circo progresista?
Por eficaz que pueda ser el máster que el doctor fraude imparte desde el poder, lo que realmente nos ofrecen es una comedia de embustes rayana en el drama; lo nunca visto desde los tiempos en que Aristófanes y Esquilo hacían olvidar a sus conciudadanos las guerras del Peloponeso.
No hace más de cuarenta y ocho horas que el moderado reformista achacaba al periodismo “trabajar fabricando mentiras para lamer las hemorroides del poder”.
Realmente ha pasado tiempo desde que este personaje dejó esculpido para el bronce la sentencia “la guillotina es el acontecimiento fundador de la democracia”, pero desde entonces hasta ayer sus palabras no parecen haber cambiado lo que cabría esperar de un moderado reformista.
El hecho de que esté instalado en el Gobierno de la Nación no significa que haya renunciado a su activismo callejero; anima a manifestantes a que presionen más a su propio Gobierno y habla de las cloacas del Estado mientras critica a los cuerpos de seguridad, incluida la inteligencia.
“Tener un gobierno con una mayoría parlamentaria frágil en el marco de la Unión Europea -dijo en una entrevista- permite niveles de intervención que se alejan muchísimo de cualquier objetivo revolucionario. Esto no quiere decir que sea despreciable el hecho de poder intervenir sobre la política fiscal, sobre las políticas sociales o para poder desprivatizar hospitales… Eso no es baladí, pero no es revolucionario.”
Por si no quedara claro su objetivo, no hace demasiado tiempo que el reformista moderado proclamaba pedía“construir un bloque histórico para cavar trincheras sociales que representen y protejan los intereses de sectores subalternos… Somos un instrumento para la creación de contra poderes de clase… gobernar implica no olvidarse de para quién gobiernas”.
¡El reformista moderado no es vicepresidente de un gobierno para todos los españoles!
Tan sorprendente como el tufo machista con que hace un par de días salió a socorrer a su pareja actual, la también ministra Montero que, enfrascada en lo de la libertad sexual feminista, acusa a la policía de machista.
Machista, horrenda palabra; olvidemos ya para siempre aquello de “la azotaría hasta que sangre” con que ¿piropeó? a una periodista. Cierto es que pidió disculpas “por haber hecho un comentario machista, aunque fuera en privado”.
Ese “aunque” revela la doble moral del moderado reformista que después de tener dicho “yo no puedo decir España, yo no puedo utilizar la bandera roja y gualda” ayer asistió al Consejo de Seguridad Nacional bajo la presidencia del Rey de España.