El Coordinador de Alertas y Emergencias Sanitarias admitió ayer que en España hay zonas de «transmisión comunitaria» del coronavirus, tras duplicarse en 24 horas los casos en Madrid y el País Vasco. La decisión del consejo de gobierno de la Comunidad madrileña fue poco menos que automática. Cuando se multiplican los contagios sin tener detectadas sus fuentes no parece desorbitado establecer un parón en la normalidad ciudadana.
En casos como el que vivimos, cuando una pandemia amenaza no sólo la convivencia sino incluso la vida de ciudadanos, la prudencia siempre es conveniente; siempre, naturalmente, que no sea debida al aturdimiento de los quienes tienen la responsabilidad de resolver los problemas.
Pese a alguna salida de pata de banco, como la de una ministra podemita, así se ha venido produciendo el Gobierno nacional, aportando dosis de sensatez al clima creado por los medios y demás redes de comunicación. Radios y telediarios comienzan y no acaban sus boletines narrando los progresos del virus con calor semejante al que retransmiten los goles de la liga de fútbol.
“Ya van…” se ha convertido en una suerte de cláusula de estilo de este sistema informativo en el que, eso sí, no informa del número y porcentaje de las gentes que superan la infección.
Así no se escribe la Historia, cuestión ésta que entra dentro del papel trascendente de los medios informativos. Hasta que el anonimato vigente en las redes comenzó a socavar los principios éticos del periodismo, la información publicada ha sido una de las principales fuentes para los estudiosos de nuestra era.
El sensacionalismo no es de hoy, pero hoy alcanza cotas insuperables, como la politización es, hoy también, una de las lacras que tiñen la realidad descrita. Medidas como las que viene insinuando el vicepresidente segundo del gobierno, la nacionalización de los medios, ya sería definitivo para eliminar la capacidad crítica de la opinión pública, domeñar así los reflejos ciudadanos y legar un agujero negro a la historiografía de nuestra Nación.
Por fas o por nefas la realidad es que estamos bastante cerca de esa situación gracias al empeño que en ello ponen los medios públicos y una parte notable de los privados.
En un par de días todos ellos repicarán con el abanico de medidas fiscales y financieras que Sánchez no pudo improvisar ayer antes de que Casado le ofreciera todo un paquete para amortiguar los riesgos creados por la plaga.
La guadaña de la recesión amenaza a buena parte de nuestros vecinos y clientes. La nuestra hoy es menos inminente, pero medidas como las propuestas ayer por el jefe de la oposición parecen propias para tratar de evitarla.
Por encima de lo que transmitan nuestros escribanos actuales, de cómo pase a la Historia la gestión de esta crisis, si positiva o nefasta, va a depender de los arrestos con que nuestra sociedad la encare. Frente las dificultades, probados los ha tenido.