De la negociación entre el presidente hipotecado y sus prestamistas no puede salir nada bueno. Ni Sánchez lo pretende; como el de otras tantas iniciativas de la coalición social-comunista, proscribir a media España es el objetivo de la mesa bilateral, ahora multilateral.
Todo es una patraña. Lo que comenzó anunciado como una mesa entre gobiernos, el nacional y uno regional, se convierte en una timba partidaria, eso sí, con un estricto control del derecho de admisión.
Los asientos están reservados a los prestamistas que concedieron crédito a Sánchez para poder hacerse con la residencia de la Moncloa y plaza de aparcamiento en el banco azul del Congreso. ¿Qué puede salir de esa concertación de intereses comunes?
Tan comunes como que uno trata de consolidar su situación y los otros de que siga en ella para así poder cobrarse la hipoteca con que le tienen amarrado. Un quid pro quo paradigma de la colusión de intereses.
En toda colusión siempre hay una víctima, porque ese es precisamente su objetivo, alcanzar algún beneficio en perjuicio de otros. En este caso los otros somos nosotros, incluida la mayoría de los catalanes que quieren seguir siéndolo. Y yendo más allá, la Nación tal y como se expresa en su Constitución.
La mesa de marras es fruto de la entrega con armas y bagajes del gobierno Sánchez-Iglesias al relato del procedimiento independentista. Con el fin de aportar alguna diferencia, a los gobiernos se han añadido partidos, pero eso sí, con la precaución de estar todos coludidos con el mismo objetivo ya descrito. Un caso de corrupción más lesivo para los intereses generales de los españoles que los protagonizados por la panda de chorizos indeseados.
Y a guisa de azúcar para mejor tragar esa píldora que nos dan, el eje pone en marcha las minas ideológicas de gran poder reconstituyente: la eutanasia y el franquismo. Toma desarrollo; el tercermundismo bolivariano está en el poder.