Pasa lo que tenía que pasar, que la oposición de verdad, la de fondo, la ha tomado a su cuidado el único superviviente de los gerentes de la Transición, Felipe González. Capitaneaba entonces el partido socialista, uno de los pilares básicos del nuevo sistema. El otro fue el centrismo tejido por Adolfo Suárez.
Estos dos motores de la salida de la autocracia estuvieron flanqueados, respectivamente, por el partido comunista de Carrillo y la alianza popular de Fraga. Y entremedias, por arriba y por abajo completaban el convoy algunas agrupaciones más; unas de carácter nacionalista catalanas y vascas fundamentalmente, otras testimoniales y algún viejo partido republicano.
De todos ellos, bien por causas tan naturales como la muerte, o tan lamentables como la corrupción, caso del catalanista Pujol, sólo González puede hoy alzar la voz para advertir de los peligros que conllevan determinados errores. Una especie de puesta al día del orteguiano “No es esto”.
A su sucesor, el doctor Sánchez, le puso en su sitio con suma elegancia diciendo que “uno se puede equivocar; corregir es de sabios, y de necios tener que hacerlo a diario”.
También cuando hablando ante empresarios valencianos sobre la situación del campo y las negociaciones de la PAC, se dolió confesando “me da vergüenza oír a los políticos decir ‘es que eso lo impone Bruselas’. Bruselas somos nosotros; otra cosa es que tengamos más o menos capacidad de influir«.
Y como para no dejar puntada sin hilo, aludió a la extraña decisión presidencial de incluir a Iglesias en la Comisión Delegada para Asuntos de Inteligencia. Con el mismo tono ausente de toda crispación, como es propio de uno de los padres del consenso constituyente, manifestó: «me sorprende que, preocupado el vicepresidente, digo él porque solo hay uno, por sus dos ámbitos de competencia, que es lo social y la agenda 2030, quiera estar en la única comisión delegada que no se ocupa de eso, que es la del servicio de inteligencia. Me está costando ver la relación entre la comisión del CNI y la Agenda 2030. Seguro que tienen relación la Agenda 2030 y la comisión de inteligencia, pero quiero que me lo expliquen«.
El caso es que Iglesias ha conseguido la aspiración que manifestó hace ya cuatro años para apoyar la investidura de Sánchez fallida. La zorra al cuidado de las gallinas. Pero esto es lo propio del inestable andamiaje que soporta la presidencia de este gobierno, y así pasará a la historia como estéril, cuanto menos, el tiempo que dure.
Lo advertía González: “los gobiernos de escasas minorías, de apoyos externos que son oportunistas por describirlos de manera suave, tienen que saber que el país no solo necesita superar algunas cuestiones institucionales, sino reformas estructurales que no se pueden hacer con estas extrañas geometrías variables«.
En fin, tomen nota los jóvenes al mando de la oposición institucionalizada como tal; estén a lo que hay que estar y pongan en negro sobre blanco, con similar elegancia de formas, el permanente atentado a las libertades ciudadanas que está perpetrando el aparato gubernamental, desde los mensajes de la propia presidencia hasta sus minaretes televisivos.
¿Televisión pública?, ja.