Cuando en la situación política que vivimos casi todo parece perdido, y así lo comentaba ayer, un rayo de luz devuelve la esperanza de que un mundo mejor es posible. El fenómeno no es frecuente, pero sí posible. Ayer lo viví en el curso de uno de esos desayunos con que beneméritas instituciones, Nueva Economía en este caso, te convocan a primeras horas de la mañana para despertar algún interés por lo que hacen o piensan gentes públicas.
En esta ocasión se operó el milagro en el comedor de un madrileño hotel de postín: Gema Igual, alcaldesa de Santander, demostró cómo la política es, más que el arte de lo posible, un compromiso ético con los ciudadanos.
Porque la política no es un fin cerrado en sí mismo. Estamos demasiado aclimatados a sufrir políticos con el objetivo puesto en la conquista del poder y su posterior mantenimiento. Es lo propio de gentes sin escrúpulos que no pasaron de leer nada más allá, ni acá, de los consejos al príncipe maquiavélico.
Es el modelo que aplican al pie de la letra quienes hoy detentan el mando en el Gobierno nacional, y algún otro; y así coaccionan a los adversarios, recompensan a los acreedores, compran voluntades y a través de las redes cultivan los instintos primarios de la masa.
El calamitoso espectáculo de una ministra del Gobierno del Reino de España, criatura en ristre recibiendo una tarta de cumpleaños en la sala de reuniones de su despacho, es lo propio de quien habla de absolutísimas prioridades sin tener idea de qué demonios hacer con su cartera de Igualdad, su Secretaria de Estado y su Subsecretaria correspondiente. ¿Será por dinero?
Frente a tanto sinsorgo al mando, hay quienes se ocupan en crear mejores condiciones y dotar de las oportunidades que los ciudadanos merecen por el hecho de serlo, más que por haber prestado sus votos. Esto último marca la diferencia ética en todo sistema democrático.
La gente no existe, son personas las que viven, trabajan, sufren y tienen sus aspiraciones y necesidades. Satisfacerlas requiere más estudio, seriedad y buen sentido que asiduas visitas a las televisiones y demás campañas de imagen frecuentemente teñidas de demagogia barata.
El rigor y autoridad con que Gema Igual desgranó el abanico de iniciativas, proyectos y medidas que tiene en marcha proyecta un futuro brillante para la ciudad que le tiene encomendada su administración. Porque de eso se trata en la política de nuestro tiempo, de administrar y abrir espacios de libertad a los ciudadanos.
Desde la responsabilidad de Concejal hasta la del Alcalde Presidente de una corporación municipal, los Ayuntamientos de nuestras capitales quizá sean las mejores escuelas de buen gobierno para la Nación.
Ayer un centenar y medio de asistentes desayunamos con política, con una política de casta.