Dentro del pandemónium que caracteriza la actualidad gubernamental la última bandera ha sido desplegada por la titular de Defensa y encargada de nuestra diplomacia, todo ello en funciones, claro. En visita a militares españoles destacados en una base aeronaval italiana, la juez excedente que Sánchez sentó a la mesa de su Consejo, Robles, Margarita de nombre, se permitió hacer patria afirmando que “las Fuerzas Armadas van por delante de algunos partidos políticos, como el PP”. Tal cual, palabra.
La encargada de nuestros ejércitos pidió responsabilidad y sentido de Estado a los populares para que faciliten un Gobierno de Pedro Sánchez y Unidas Podemos y sacar así unos presupuestos con que atender las nuevas necesidades de la Defensa Nacional.
Mal anda de juicio la jueza, porque pensar a estas alturas que, tras haber sido ninguneados, liberales y conservadores vayan a propiciar una coalición comunista, es una sandez. Pero quizá aún mayor sea suponer que, con la recua parlamentaria que les asiste, ese gobierno de progreso vaya a conseguir aprobar mayores gastos en defensa.
Siguiendo aquella máxima del hugonote sobre París y la misa, el vicepresidente Iglesias podría pensar en las milicias bolivarianas de Maduro mientras su Gobierno da paso al Congreso de los Presupuestos. Pero ¿y los sediciosos, bilduetarras, Comunes y demás especímenes de la santísima pluralidad iban a bendecirlos? Porque con el de Teruel y el de las anchoas no le basta para sacar nada adelante; ni esto, ni lo otro, ni lo de más allá
De qué investidura hablan pues, cuando lo previsible es que Sánchez repita su vivido fracaso con los presupuestos anteriores, detonante precisamente del rosario de convocatorias electorales que llevamos rezando. ¿Vayamos a por otra?
Los arúspices sanchistas habrán convencido al doctor de que una rebelión de los compañeros de viaje deja a la derecha sin argumentos para no apoyar sus presupuestos. Los PGE significan pensiones, funcionarios, la Defensa, etc. ¿cómo van a volarlos? ¡Ay! pero también el aumento del SMI, la subida de impuestos y otras linduras por las que no pasarán. ¿Entonces?
Menudo lío tiene delante el intrépido doctor metido a estadista. Menos mal que cuenta con una ministra de Defensa capaz de echar su cuarto a espadas pro investidura hasta en tierra extraña, allá donde un soldadito español cantaba aquello de la banderita española con los colores del vino de Jerez y el vinillo de Rioja.
Siempre nos quedará la copla. Algo es algo.