Cuando el eterno candidato habla de bloqueo se está refiriendo a lo suyo. Para Sánchez el país le necesita; él es la clave del arco constitucional, él la tabla de salvación sobre las revueltas aguas de la desaceleración y el paro rampante, él y sólo él sabe cómo resolver el sudoku catalán.
Por eso, tras la noche de resaca electoral, se apresuró a urdir un gobierno progresista, con los comunistas a la violeta -¿progresista con comunistas?, en fin-. Y ahora se extraña de que los demás no quieran servirle de costaleros.
Lo del bloqueo para la formación de un gobierno capaz de administrar los intereses generales de los españoles es una falacia más de las innúmeras que el personaje acumula en sus alforjas. Ha embaucado a medio país con la candonga de que la voluntad popular le dio un mandato claro: unir sus menguantes fuerzas con las no menos menguantes de los Sres. de Iglesias y Montero.
Y como dos púgiles al borde del k.o., se echaron uno en brazos del otro para ocultar su desfachatez -perdón, quería decir desnudez-. Dado el estado de la Nación, la coyunda que une los intereses de ambas partes es sencillamente aberrante, tan poco serio como plagiar una tesis doctoral de chicha y nabo.
Lo que no es una falacia es la ocultación a que está sometida la figura del Jefe del Estado por parte del doctor cum fraude. La coincidencia del día elegido para los últimos comicios con la inmediata salida del Rey a Cuba fue un tanto rara. Al margen de su oportunidad, el viaje a la hacienda castrista estaba programado por el Gobierno en funciones desde hacía meses, ¿los mismos que la elección de la fecha 10 N para convocar a las urnas?
Tras las elecciones de abril Sánchez no quiso someterse a investidura ninguna cuando él, y sus actuales socios, tenían más diputados de los que consiguieron seis meses después. No quiso, no exploró acuerdo alguno con los que podía hacerlo como ahora tampoco lo ha intentado con las dos formaciones más nítidamente alineadas con el sistema constitucional.
Durante tres meses sólo pensó en llamar de nuevo a las urnas, en el convencimiento de que los progresistas desharían el bloqueo. Y fijó la fecha en el día que la fijó. ¿Trata de hacer irrelevante el papel de la Corona?
Hace un mes Sánchez se ofreció solícito a traerse a España la cumbre climática programada para estas mismas fechas en el Chile hoy asolado por la barbarie. No cabe imaginar mejor ocasión para mostrarse ante el mundo pleno. Él, feminista a tope, candidato a la presidencia de un gobierno europeo donde apenas cuentan socialistas, haciendo alarde de compromiso con la naturaleza, la Pachamama andina y la niña Thunberg de Suecia. Todo por la imagen debería rezar su exlibris.
“Delegados y delegadas, bienvenidos y bienvenidas a España, bienvenidos y bienvenidas a Madrid. Este país abierto y cosmopolita, les recibe…” Así abrió ayer las puertas de España a los dignatarios mundiales presentes en la Cumbre. Muchos se preguntaron por qué no lo hizo el Jefe del Estado. La razón es harto sencilla: el vicario habría perdido su minuto de gloria.
Horas después el Rey demostró que este país da mucho más de sí de lo que ofrece el ya habitual primer ministro en funciones. Las palabras de don Felipe VI en la recepción con que acogió a los asistentes a la COP 25 pusieron las cosas en su sitio. Incluido el bloqueo real; el otro no existe, mera falacia sanchista que él mismo podría deshacer cambiando de pareja de baile. Aunque difícil lo tiene porque a estas alturas ¿quién puede fiarse de sus intenciones?