“No entiendo cómo hemos llegado a esta situación en la que tenemos un Gobierno de Mickey Mouse, de gente de segunda fila…
Existe un peligro real de desintegración en el Reino Unido. Lo que estamos diciendo a Irlanda del Norte es que se jodan. Y todo esto acerca más que nunca la posibilidad de reunificación de Irlanda, y en Escocia pueden aprovecharse de esta situación. Creo que existe la posibilidad de que se desmantele el Reino Unido.
A largo plazo, es posible que el problema catalán se vuelva mucho peor como consecuencia de lo que ocurra aquí. Johnson es una persona que no tiene ninguna relación con la verdad…”
Todo lo anterior es debido a David John Moore Cornwell, más conocido como John le Carré, autor a sus ochenta y ocho años de “Un hombre decente», la novela que hoy sale a las librerías en España. Por cierto ¿los de Torra, Junqueras y Colau dejarán abrir las de Barcelona?
El personaje sabe de lo que habla, es genial creando personajes, situaciones e historias porque ha vivido bastantes. También nosotros tenemos un primer ministro sin ninguna relación con la verdad. Y lo del Gobierno de Mickey Mouse le viene como anillo al dedo a lo que aquí pasa.
El gabinete en funciones está cuajado de gente de segunda fila dirigidos por un copista sin vergüenza que visualiza el país cual gigantesco tablero de un juego, el de la oca, como el que ya figuraba en la mesa que a Felipe II regaló Francisco de Medici, hijo mayor de Cosme I y de su esposa, Leonor Álvarez de Toledo y Osorio, hija del virrey de Nápoles, Pedro Álvarez de Toledo y Zúñiga.
Doctor fraude agita cubilete después de haber soplado una y otra vez los dados que no acaba de soltar por miedo a caer en el pozo, el laberinto, la cárcel o la muerte. La fortuna le sonrió cuando la inercia de lo que se encontró al comenzar el juego sirvió de corriente para llevarle de puente a puente; y luego de oca a oca, y así ha ido ganando turnos hasta que el pozo se colocó a tiro de la siguiente jugada.
Ahí comenzó la pesadilla: el pozo, más allá el laberinto, y la cárcel, hasta la muerte… ¿Acabaría cayendo en la calavera, víctima de un hechizo de Franco exhumado?
Le atenaza la duda sobre si el descalabro acabará siendo posible. La pesadilla catalana, el empleo cayendo pese a los contratos estacionales de profesores, la crisis para la que Iván no tiene recetas que lucir; demasiados charcos para llegar limpio a la casilla final.
Maldice la hora en que se le ocurrió convocar otras elecciones sabiendo que en mitad de la campaña triunfante le caería cual sinapismo la sentencia de los sediciosos. Sólo un consuelo, las encuestas aún no le condenan y tiene en su pluma la firma de la intervención de la Generalitat… aunque tal vea sea demasiado tarde.
Ahora todo se le hace demasiado tarde. Su único consuelo es que el 10-N tal vez sea demasiado pronto para el rival; le llueven los votos de aquello que se llamaba ciudadanos, sí, pero no tendrá tiempo para pinchar la burbuja que hinchada a su derecha copiando de la Biblia aquello de que “ninguna casa dividida contra sí misma prevalecerá”.
¿Hemos de seguir condenados a tener un plagiario en la Presidencia?