Pepe Oneto es uno de los periodistas fundacionales de nuestra democracia. Acaba de dejarnos. Como para despedirse cruzando España de Norte a Sur se ha ido en San Sebastián, bien lejos de su Isla de San Fernando.
Pepe es el prototipo de periodista total. Reportero, informador, redactor, columnista, entrevistador, autor, tertuliano, director… no hay palo que no haya tocado durante el medio siglo largo en que ha estado conectado con la gente a propósito de lo que pasa, y también de lo que puede pasar.
Le conocí en el invierno del año 67, cuando el invierno lo era de verdad pero algunos creíamos en que la paz sería posible, que la coexistencia que mantenía el régimen de por entonces terminaría desembocando en una convivencia de ciudadanos libres. Era uno de los cuatro redactores que tuve en mi sección de política nacional del diario Madrid.
Desde allí comenzó, comenzamos, a abrir las ventanas de la calle a una opinión pública adormecida por la propaganda de un sistema acrónico. Y ya abiertas de par en par las puertas con las primeras elecciones democráticas Pepe siguió trabajando por hacer posible lo que podía ser.
Pepe ha sido siempre un periodista sin partido, tan prudente como osado en ocasiones, y siempre con el afán de comunicar lo que llegó a saber, lo que pensó que interesaba al público por encima, o al margen, de consignas ajenas a su ideal de lo que la información debe aportar.
Un largo viaje por diarios, semanarios, radios y televisiones, lejano siempre a esa derivada de la telebasura mal llamada periodismo ciudadano o guerrilla, el de los tuits y blogueros anónimos; las antípodas del periodismo de investigación. Limpio de lo que Ben Bradley llamaba en sus Memorias periodismo de queroseno, esa subespecie en la que llamados periodistas echan queroseno allí donde ven humo antes de saber quién lo provocó y por qué.
Su descanso del guerrero han sido Paloma, hundida ayer por el término fatal de la larga convalecencia de Pepe, su hijo Erik y, al fondo, la música. Siempre la música.
Dictaduras y democracias de medio mundo fueron los tablados donde este gaditano hizo pensar a muchos españoles porque no reparó en obstáculos ni depuraciones, como la no tan lejana de la televisión gubernamental. Tuvo la fortuna de nacer para contar lo que veía y sabía, y satisfacer esa vocación sin parar año tras año, durante más de medio siglo.
Hasta pronto, compañero.