Si no fuera lamentable…, lo de Sánchez no deja de tener gracia. Recién bajado del helicóptero despacha la actualidad diciendo que no hay obstáculo real para que populares y ciudadanos se abstengan para permitir su segunda investidura. Claro que no existen obstáculos reales que impidan su acceso a la presidencia; obstáculo sólo hay uno: él mismo.
Y es tan real como la vida misma. Lástima que no alcance a sentirlo, es lo que tiene andar por la vida rodeado de tanto asesores y encuestas; sólo le llega una especie de realidad virtual creada a la luz de mil argucias y disfraces.
Removerlo, el obstáculo, sólo puede hacerlo el partido de sus mayores. La socialdemocracia volverá a gobernar España el día en que el obstáculo sea depuesto. Lo tienen difícil tras el golpe que dio a lomos de la llamada militancia. Y ahí hay un asunto que merece una pensada.
La militancia ¿son las bases de un partido? En el lenguaje ordinario suelen confundirse ambos términos; los cuadros partidarios hablan de sus bases cuando realmente están contemplando a los militantes. ¿Dónde quedan los electores; no son estos la base cierta de un partido; no son los partidos cauces para la expresión y participación política de los ciudadanos, como la Constitución viene a definirlos?
Aquel putch, así llaman los franceses a los golpes de Estado, con el que Sánchez reconquistó la secretaría general de la que había sido desalojado por los órganos de representación de su partido, significó el cierre de ese cauce de participación de millones de españoles. ¡Cuántos crímenes se cometen en nombre de la democracia directa!
Los militantes viven del dinero de los españoles por pertenecer al partido para el que trabajan, bien en su propio seno o representándole en las instituciones públicas, y así tienen sus intereses puestos en la suerte de su personal estatus.
En el caso de quienes tienen su encomienda en el Congreso de los Diputados, por ejemplo, están malversando su función, que es la de representar al conjunto de los ciudadanos. Es decir, velar por los intereses generales del país.
Aupado sobre tal tinglado, sin sentir la necesidad de responder ante nadie más que no sea su propia persona envuelta en una militancia bien mantenida, el candidato Sánchez no merece el respeto debido a un presidente de Gobierno del Reino de España.
No busques por ahí; el obstáculo eres tú.