Asistir a la sesión de investidura que al cabo de tres meses se abrió ayer es como morir un poco. ¿Acaso no tenemos los españoles el derecho a tener un Gobierno normal, que ofrezca certezas en lugar de incertidumbres? El candidato Sánchez es un problema en sí mismo. Genera desconfianza al cabo de tanta ocultación, mentira y dobleces sin fin. El país no se merece este castigo.
En manos de tal sujeto este gran país puede dejar de serlo en menos tiempo de lo que cabe pensar. No hay más que oírle dónde pone el acento de sus propuestas, ocurrencias mejor. Ni una mención a lo que realmente afecta a la esencia de la Nación, ni a los derechos económicos de sus ciudadanos. Tupido velo sobre Cataluña y los presupuestos -impuestos, déficit, prioridades- porque sobre ellos piensa terminar transando lo que haga falta para volver a ser alzado por golpistas, exterroristas y comunistas bolivarianos.
Víctima de un extraño complejo cesarista, el doctor cum laude se presentó a la prueba sin los deberes hechos. Sus vueltas y revueltas con Iglesias parece que no han ido más allá del puro teatro; o no, quién lo sabe. Pero es lo que cabría presumir a juzgar por la esgrima marrullera con que dirimieron sus diferencias.
El comunista lo tiene atrapado tras su renuncia personal a sentarse a la mesa del Consejo, imagen de la que Sánchez parecía rehuir como gato escaldado. No son estos tiempos para sentar un comunista a su mesa; pero tampoco a una comunista. El truco de los bolivarianos no ha resultado.
En el colmo de la desvergüenza, el candidato echó sobre los hombros de Casado y Rivera la culpa de dejarle en manos de comunistas, golpistas y demás gentes de dudosa fe constitucionalista. Hecho éste que escandalizó a Iglesias quien, con toda lógica, denunció la maniobra: si quiere un gobierno de izquierdas, por qué pide permiso a las derechas.
En todo caso, la primera sesión le habrá servido al candidato para justificar un segundo gobierno Frankenstein, en feliz imagen acuñada por Rubalcaba. El argumento es sencillo: quienes pueden evitarlo me han dado la espalda; España necesita un Gobierno ya; pues lo monto con quien puedo.
Falaz relato como el personaje lo es; la abstención del centroderecha no le iba a impedir gobernar con la banda que le ha acompañado desde la moción de censura con que ocupó el Gobierno de la Nación. En esas estamos.
¿Qué habremos hecho para merecer esto?