Ya está bien; la capacidad falsificadora del presidente en funciones resulta muy difícil de soportar. Los ciudadanos no nos merecemos que un sujeto como éste siga poniendo sus manos en nuestro futuro. Oírle hoy mismo dar la vuelta al informe emitido por el Banco de España sobre la situación y perspectivas inmediatas de nuestra economía es el colmo de la desvergüenza.
Transmutar en buenas nuevas lo que es una seria advertencia sobre el negro futuro que amenaza a la economía española es el colmo de la desfachatez. El varapalo a medidas como el salario mínimo, causa probable del aborto de más de cien mil puestos de trabajo, o duplicar el techo de déficit previsto y por ello el endeudamiento de nuestro futuro, son para Sánchez menudencias.
Quien ha hecho de la mentira su escudo de armas seguirá adulterando todo lo que se le ponga por delante; por mejor decir: todo lo que los ciudadanos pongamos a su alcance.
¿Qué pensar cuando afirma, como acaba de hacer, que España está preparada para un Brexit duro? La respuesta más sencilla, avalada por la experiencia, es que España le importa una higa.
De ahí su complacencia con la cortina de humo que le regalan a diario los golpistas catalanes; todos los medios con los ojos puestos en los payasos que ostentan la representación del Estado en Cataluña, para que entre tanto no se hable de otra cosa. Como el paro, la crisis europea que amenaza nuestras exportaciones y concretamente el futuro de nuestra industria automotriz, y del empleo de calidad del que viven millones de trabajadores repartidos por todas las regiones.
Por no hablar de otras cuestiones, dejando aparte las cosas de comer, como el cumplimiento de las leyes. ¿Dónde está la Ley en Cataluña? Lo del diálogo para amansar a la fiera nacionalista era un embuste más para seguir disponiendo de su apoyo parlamentario. No fracasa lo que nunca puede triunfar.
Todo es manipulación, pamemas. Por ello no se atreve a plantar cara ante el tal Torra y tirarle de los lazos. Por ello no osa enfrentar la situación del fugado a Waterloo, ni repeler las bravuconadas de los antisistema instalados en las instituciones, empeñados en cargarse la concordia promovida hace cuarenta años por los hombres y mujeres que hicieron la Constitución.
Y aún habrá quien le vote…Recordemos aquello del clásico: si me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos, la culpa es mía.
El Reino de España no está en condiciones de seguir en manos de un falsificador.