Cuando los contendientes a punto de entrar en campaña dedican sus mejores esfuerzos a fichar candidatos, mala cosa. Apenas se salvan los populares, ajenos al mercado de primavera en que ciudadanos y voxingleros fichan lo que se ponga por delante. Ni los sanchistas -¿hasta dónde ha caído el PSOE?- se han sustraído al fenómeno.
Y así aparecen en escena desde entrenadores de baloncesto a empresarios, jueces y abogados del Estado en retirada y militares; en fin, de todo lo que se supone atractivo para la masa votante sometida al acoso de los medios. Y de lo que en casa no hay.
Es de agradecer la entrada de nuevos agentes en la política, sobre todo en un campo de juego como el español, atosigado por unas organizaciones partidarias encerradas en sí mismas, donde llegan a librarse hostilidades sin cuento en la trepa por la cucaña del poder. Y alcanzado éste se premia a la militancia con la ciega obediencia y el estrago de los resistentes dentro de las propias filas; que se lo cuenten a Susana Díaz y compañeros socialistas andaluces, víctimas de la vendetta que Sánchez se ha cobrado al cabo de dos años.
Los partidos, más que cauces para la representación del pluralismo, han llegado a ser maquinarias de poder, con todo lo que ello conlleva. Pero también organizaciones dotadas de amplios fondos de armario que permiten la recomposición de equipos e imagen, como es el caso de los populares, insertos en un proceso de cambio generacional.
La entrada de nuevos jugadores suele responder a aquel principio aristotélico de que la naturaleza aborrece el vacío. En política, como en el arte, el horror vacui se resuelve enseguida; así apareció hace algunos años Podemos en la escena nacional ocupando la izquierda abandonada por el partido socialista; Ciudadanos entró por Cataluña para dar la réplica al independentismo; y recientemente Vox pretende cubrir el flanco ideológico postergado por el pragmatismo del gobierno Rajoy.
Además, la aparición en escena de este tipo de fenómenos suele estar alimentada por el cabreo social generado por diversos factores, como los efectos de una grave crisis económica, el agobio de parte de una sociedad sojuzgada por otra, o la sensación de pérdida de valores. Por ello se sienten ajenos al mundo establecido, luchan en contra del aburguesamiento de la clase política, denostan el bipartidismo, hecho histórico al que atribuyen todos los males, e incluso llegan a rechazar su clasificación como partidos.
Mareas, movimientos ciudadanos, plataformas, asociaciones, “gentes como tú”, en fin, partidas que ¡ay! en un santiamén adoptan las pautas de los denostados partidos, como las primarias con freno y marcha atrás.
Larga historiala de las partidas en nuestro país, todas volcadas a la lucha, bandoleros, guerrilleros, maquis, etc., y casi siempre abocadas al fracaso, víctimas de su aislamiento, cuando no de su integración en el mundo contra el que nacieron.