A este presidente del Gobierno le traen al fresco las críticas de la oposición, por acerbas que sean. Otro cantar son las lanzadas por los mayores de su propio partido. Los medios dieron cuenta de las falacias con que el Gobierno adornaba un diálogo falsario y en la calle el personal, tradicionalmente pastueño, cobró conciencia ciudadana.
Sánchez, viéndose en riesgo de ser arrastrado por la marea, encargó a su vicepresidenta que volviera a mentir aseverando que el Gobierno rompe el diálogo “porque nunca aceptaremos un referéndum de autodeterminación”. Así, pensó el taimado presidente, cerramos la brecha abierta en el partido para poder seguir donde estamos y a lo que estamos.
Pero ¡ay!, al poco de que Calvo anunciara con impostado lamento el triste final del diálogo, desde Barcelona la otra parte de la comisión bilateral de los gobiernos nacional y regional explicó lo sucedido de forma muy distinta.
Artadi y Aragonés estaban estupefactos porque después de las prisas que había mostrado en los últimos días para cerrar un acuerdo, el Gobierno les remitiera su última oferta tan sólo media hora antes de que Calvo declara roto el diálogo, y ni les respondiera a la petición de una videoconferencia. El acuerdo perseguido por Sánchez era simple y directo: la retirada de las enmiendas a los Presupuestos presentadas por Esquerra y PDeCat. “Ayer se nos pidió que como condición para seguir negociando se retiraran las enmiendas”.
Todo era pues como parecía: ¿diálogo para resolver el conflicto nacionalista?, quía; paripé durante unos meses para seguir gobernando. ¿Incluso a lomos de los sediciosos?, y qué más da.
Para eso puso en marcha las mesas, una institucionalidad paralela para discutir al margen de la soberanía nacional que se expresa en las Cortes Generales. Por eso cedió ante Torra en diciembre y cambaron la referencia a la Constitución por la expresión “seguridad jurídica” como marco para buscar una respuesta al problema nacionalista.
Los catalanes siguen esperando sentados a la mesa. En su estrategia de ir subiendo peldaños a costa de la debilidad de quien, pese a toto, tiene en sus manos el BOE, la capacidad de dictar decretos-ley, de indultar y de prometer en falso lo que en cada momento haga falta, hasta la próxima semana cualquier cosa es posible con las enmiendas… y las mesas de diálogo.
Sánchez lo sabe. De momento se ha disfrazado de sensato constitucionalista para desinflar el globo de la concentración patriótica del domingo en Madrid. A la vista de cuál ha sido la causa real del parón de las negociaciones no parece que se echen atrás los compañeros socialistas que tenían pensado concurrir.
El clamor ha silenciado a un mentiroso compulsivo, pero su mutis no será efectivo hasta que las urnas dicten veredicto.