El objetivo es devaluar el parlamento no vaya a ser que una moción de censura nos prive de este presidente. Por ahí pueden ir los tiros del caso de la mesa de partidos catalanes, que Sánchez aceptó en el ara del diálogo. Conseguida la segunda mesa, porque ya tenían en marcha la de los dos gobiernos, los golpistas suben otro peldaño reclamando una tercera mesa, ahora nacional de partidos.
El ridículo llega al paroxismo cuando el Gobierno de la nación ofrece públicamente nombres de moderadores/relatores que el de la región rechaza. ¿De qué diálogo hablan pues?
Al circo siguen creciéndole los enanos; ni Miguel Roca ni el notario López Burniol son del agrado de los golpistas, pero el más difícil todavía es es que los candidatos fueron los primeros sorprendidos: Roca niega que alguien le haya propuesto cosa semejante, ni espera que lo haga porque es persona seria. Y los de la Generalitat quieren un mediador no catalán, mejor internacional, naturalmente.
Extraño diálogo el de dos gobiernos cuando no son capaces de solventar en su mesa algo tan sencillo, a la par que estúpido, como el nombre de un mediador; ni siquiera qué partidos sentarían a la mesa catalana. La Generalitat quiere al PNV y a Podemos, cosa que, según la consejera Artadi, el Gobierno ha aceptado hasta en tres ocasiones. ¿El PNV en una mesa de partidos catalanes?
Pese a sus facetas chuscas nada de esto es una broma; es la desnaturalización de la democracia parlamentaria. El ejecutivo catalán mantiene inoperante el parlamento regional porque las prisiones preventivas de los acusados de sedición, malversación y demás lindezas cometidas, les privan de una mayoría en la que apoyarse; al menos en teoría, porque Iceta y su grupo de socialista están para lo que sea menester.
Que se hayan inventado una mesa de partidos catalanes, pues, es una burla a los ciudadanos catalanes y a su propio Estatuto; discutan en el Parlament, que para eso lo eligieron, y al que Dios se la dé San Pedro se la bendiga.
Pero en la escala nacional, ¿qué mayor mesa que el Congreso de los Diputados, con sus trescientos cincuenta invitados a ella por la soberanía popular, y los cuarenta y seis millones de españoles como relatores y testigos. Con todo el valor de su experiencia de Gobierno el presidente González no se ha resistido a poner algún punto sobre estas íes.
Colaborar en el desmantelamiento de los pilares de nuestra democracia parlamentaria es uno de los graves errores del Gobierno Sánchez.
El Congreso y el Senado, las Cortes Generales, son la representación del pueblo español, y no hay mesas ni diálogos por encima de su soberanía. Atentar contra este principio es vulnerar la promesa hecha de guardar y hacer guardar la Constitución.