Todo parece preparado para que tras la derrota de los presupuestos gubernamentales, Sánchez baje a la arena para anunciar el término de una legislatura que cortó por la mitad para darse el gusto de sentarse en la cabecera del banco azul.
Ridículo importante el empeño por mantener durante nueve meses la ficción de unas negociaciones con quienes sólo pretenden reproducir el golpe fallido hace año y medio. Un error de cálculo que descalifica al líder del actual socialismo español.
La campaña electoral comenzó con la maniobra iniciada el pasado viernes, ayer coronada en el Congreso con las protestas de lealtad constitucional a cargo de la ministra de turno, para volver del revés todo lo tejido durante los meses de diálogo con los golpistas.
Visto y escuchado el clamor de la opinión pública ante tantos dislates y cesiones, su instinto de supervivencia le ha hecho desandar el camino de la vergüenza hasta ahora recorrido. A partir hoy, Sánchez y su gobierno son más patriotas que nadie; de cesiones, nada; que se pudran en la cárcel… pero eso sí, que la abogacía del Estado no hable de rebelión para que las penas de los rebeldes no lleguen al río.
Tiene la ocasión para saltar del barco hundido aprovechando la maniobra iniciada con el desparpajo del mentiroso compulsivo, papel largamente ensayado desde su estreno con la famosa tesis cum laude, y en el que desde entonces ha ido progresando día a día.
Cargará sobre la oposición las culpas del adelanto electoral, las derechas insensibles a las mejoras que las cuentas públicas suponían, dirá mintiendo; pero se cebará con mayor empeño en los golpistas que le han dejado caer, sus aliados ahora travestidos de nueva oposición; lo requiere el nuevo perfil que adoptará en campaña electoral: paladín constitucional.
El irrelevante peso que su partido tenía en el Congreso, menos de una cuarta parte de los diputados, ha hecho de su presidencia un constante ejercicio de funambulismo; nueve meses sobre una cuerda floja sostenida en los extremos por comunistas y secesionistas, los socios que le dieron la gloria para poder terminar con la función, con la convivencia democrática de los españoles.
En este adiós, tal vez anuncie su candidatura para encabezar el cartel electoral del partido; en su mano tiene todos los resortes tras la apelación directa a la militancia que hizo hace tres años para recuperar la secretaría general. Ahora podrá verificar que los intereses de las bases no siempre coinciden con los de los votantes.
Se cierne un serio problema sobre la socialdemocracia española; y para los intereses generales del país.