Apañados estamos con la extrema izquierda paniaguada por la dictadura bolivariana y una extrema derecha asistida por la iraní. Si entre unos y otros un tal Sánchez funge de presidente protegido por golpistas sediciosos, la defensa de los intereses nacionales no puede vivir sus mejores momentos.
Y los del mundo democrático, tampoco. Ante el estallido de la crisis venezolana, qué iban a hacer los podemitas sino acusar a la democracia norteamericana de haber provocado un golpe contra la dictadura. Les importa un pimiento el apoyo que el presidente provisional ha recibido que las democracias vecinas, incluida ¡ay! la mexicana que hoy preside López Obrador, último bastión de la izquierda democrática latina.
Si las orejeras leninistas y sobre todo los millones del chavismo que Monedero y Errejón trajeron a la fundación CEPS, transmutada más tarde en el Instituto 25 de mayo para la Democracia, les impide la defensa de los valores democráticos en el mundo, ¿qué esperar de su papel aquí, en nuestra sociedad?
Podemos, Pudimos, Habríamos Podido o como quiera que la muchachada de los Iglesias termine nominándose, está en fase menguante como corresponde a un movimiento estéril desde su nacimiento. Su única aportación fue la de embalsar el cabreo creado por la crisis y llevarlo hasta las urnas.
Ahí cumplieron el papel que la Constitución encomienda a los partidos, pero a partir de entonces comenzaron los problemas. Y es que las libertades que abre la democracia otorgan a los ciudadanos la capacidad de rechazar los yugos doctrinarios y la falacia como argumento dialéctico. Por no mentar la desfachatez de personajes como ese oráculo que condena y bendice a diestro y siniestro sentado sobre una bolsa de dinero negro con el que explotaba a un asistente personal.
Uno tras otro, los fundadores van mudándose en busca de nuevos asilos en los que seguir abrigados por el dinero de los contribuyentes porque fuera hace mucho frío. Como el que ha buscado cobijo bajo las faldas de la alcaldesa madrileña dado que, pese a las apariencias, ya no está en edad de volver a lucrarse de una beca universitaria. O la mismísima alcaldesa de la ciudad condal, que a saber dónde terminará abrevando.
Y a todo ello, Sánchez llama a Guaidó, encargado por la Asamblea Nacional, única institución democrática en aquel país, de presidir provisionalmente Venezuela hasta unas elecciones, para alabarle su coraje -dicen- pero nada más. Podría instar a la UE a tomar la posición que corresponde, pero no; se siente navegando entre Escila y Caribdis; a un lado Zapatero, enfrente Felipe González: «ningún demócrata sea cual sea su posición ideológica o su responsabilidad institucional puede aceptar a Maduro como presidente legítimo de Venezuela».
¿Qué demonios va a hacer el presidente que tenemos encima por obra de los sediciosos y gracia de los bolivarianos de Iglesias? Perdón, de Irene Montero.
“Paren el mundo que me bajo”, que dijo el gran Marx, Groucho.