Comedia de enredo, teatro del absurdo, astracanada ¿qué están representado los tres partidos que no dejan de jugar con las ganas de desalojar a los socialistas que votó una mayoría de andaluces?
Durante siglos la gente se ha solazado con diversas formas teatrales, desde los autos sacramentales hasta los musicales que hoy llenan las salas madrileñas, pasando por los dramas románticos, las comedias de enredo, el teatro del absurdo o la astracanada de Don Mendo.
Desde las tablas de los templos del entretenimiento todo cabe para hacer pensar, llorar o reír. El mundo de la ficción no conoce más límites que los del ingenio humano; en el de la realidad ocurre lo contrario, los límites los pone la imbecilidad. Por eso cuando sucede que la realidad supera a la ficción es para echarse a temblar.
Está pasando en aquella tierra en otro tiempo llamada de María Santísima.
El Ciudadano Rivera hizo del diálogo su escalera para colarse en la escena nacional. Hace tres años por estas fechas se abrazó al socialista Sánchez con un pacto de gobierno que no fue a ningún lado. Y hace tan sólo uno reunía a su equipo con el del comunista Iglesias –“mi enemigo no es Podemos, es el paro”- para consensuar una reforma de la Ley Electoral. Cuatro meses más tarde apuñalaba al popular Rajoy en la moción de censura armada por Sánchez, Iglesias, y sus más fieles enemigos, los sediciosos catalanes. En fin…
Pues hoy no; con Vox, ni a heredar. Realmente los recién llegados se han pasado demasiados pueblos con lo que llaman propuestas, pero ¿para qué si no está el diálogo? Absurda la repugnancia ante el partido que con doce diputados en el parlamento andaluz le puede permitir estrenarse en un gobierno regional. El disparate puede ser achacable a la misma causa por la que no movió un dedo para hacer valer el triunfo de Arrimadas, su candidata, en las elecciones catalanas.
Ciertamente la aritmética parlamentaria no le ponía la Generalitat en bandeja, pero sí tenía toda la fuerza para generar debates a fondo sobre el despelote republicano independentista, incluso de presentar un proyecto serio en una moción de censura. No lo hizo, ni lo permitió. ¿Celos de cualquiera que pudiera robarle un plano en la carrera por la imagen que le obsesiona desde su estreno electoral con una foto en pelotas? ¿Complejo de derecha?
Sea lo que fuere, España merece otra cosa: la política no puede seguir demasiado tiempo en manos de tanto botarate al mando. Hay ciudadanos de mayor altura y larga visión como para no seguir todos perdiendo tantas oportunidades. La astracanada -“acción o comportamiento públicos disparatados y ridículos”, según la RAE- no es lo propio de la política nacional.
Ni de la regional.