A la vista de lo que viene pasando desde hace demasiados meses pareciera que el país vive bajo el hechizo del maligno. La normalidad de la vida ciudadana está siendo golpeada por desastres de la naturaleza como los que estos días arruinan poblaciones de nuestro levante. Pero no son los únicos, ni siquiera los más trascendentes. Otros están fracturando la concordia de los españoles.
La mentira, la dejación de responsabilidades, el asalto a las instituciones y el desprecio a la división de poderes son los atributos indeseados que caracterizan el ser y la política del Gobierno Sánchez. Escuchar a la portavoz del poder Ejecutivo reprender a las cámaras del Legislativo -bloqueo institucional, se quejaba esta tarde en conferencia de prensa- es propio de dictadorzuelos a lo Maduro, no de una responsable democrática.
Y qué decir del chantaje de doble vuelta que mantiene en tratos a socialistas y golpistas por ver si sacan adelante el programa de gobierno que los comunistas han puesto sobre la mesa. De Sánchez cabe esperar cualquier cosa, incluso que acabe gobernando con los presupuestos de Rajoy prorrogados. Ceder al chantaje sería demasiado, incluso para este país que traga carros y carretas; y fuera de la Moncloa hace mucho frío.
Y hablando del presupuesto presunto, concretamente del papel enviado a la Comisión Europea, Sánchez comenta que la respuesta de la Comisión es “un mensaje de confianza en España, en su compromiso europeo y en las cuentas públicas”. Extraño mensaje de confianza en el compromiso europeo del Gobierno español: “Tomamos nota de que el Presupuesto proyecta un crecimiento nominal del gasto primario del 1,7%, que excede la recomendación de subida máxima del 0,6%. El esfuerzo estructural previsto es del 0,4%, por debajo del 0,65% del PIB requerido en las recomendaciones del Consejo del 13 de julio de 2018”. ¿Hasta dónde y cuándo seguirá mintiendo?
Si sobre el gabinete del doctor plagiario está dicho ya casi todo, nos faltaba por ver el desconcierto creado por el poder Judicial con la sentencia del Supremo que ayer contradecía la que el propio alto tribunal dictó este mismo año sobre el impuesto de los actos jurídicos documentados.
El cambio de criterio del “órgano jurisdiccional superior”, como la Constitución define al Supremo, tuvo en vilo a cientos de miles de ciudadanos que soñaron con la devolución del impuesto que en su día pagaron al inscribir su hipoteca. Y no digamos a quienes sufrieron la caída de la cotización de los bancos, unos seis mil millones de euros en unas horas.
Tras este insólito episodio ¿queda en pie algo a lo que asirse?
La respuesta volvió a dárnosla ayer desde Oviedo el titular de la Corona. Felipe VI quiso cerrar el discurso con que enaltecía a los galardonados con los Premios Princesa de Asturias con una oportuna llamada de atención sobre el sentido y vigencia de la Constitución:
“Una Constitución fruto de la concordia entre españoles, unidos por un profundo deseo de reconciliación y de paz; unidos por la firme voluntad de vivir en democracia. Una Constitución que recuperó para el pueblo español la soberanía nacional y que devolvió a los españoles su libertad y su condición de ciudadanos; que reconoció también la diversidad de sus orígenes, culturas, lenguas y territorios.
“El próximo 6 de diciembre celebraremos este 40 aniversario como corresponde y en justicia se merece: Como un gran ejemplo del que podemos sentirnos profundamente orgullosos; como una lección de convivencia que dignifica la política y engrandece nuestra Historia; como la mejor muestra de la generosidad, la madurez, y la responsabilidad de todo un pueblo que ganó la democracia y la libertad. Porque democracia y libertad es lo que representa y significa para España, para el pueblo español, nuestra Constitución.”
Convivencia que dignifica la política; democracia y libertad es lo que la Constitución significa para los españoles. Al fin oímos palabras de aliento y buen sentido.